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Las multas de Famara

 

El lío mediático de las multas de Famara es comprensible. La Guardia Civil ha cambiado el criterio que hasta ahora mantenía en esa zona multando de manera casi indiscriminada a todos aquellos vehículos que aparcaban en los márgenes de la carretera de entrada y salida de la Caleta de Famara. Al parecer, la llegada del nuevo jefe de la Guardia Civil a Lanzarote ha sido la causa del cambio de criterio aprovechando la normativa de la Ley de Costas del 88, según la cual está prohibido ¡aparcar en zona de dominio público. Posiblemente si se aplica la ley de manera estricta tenga razón la Guardia Civil, pero aquí no se trata de tener razón o no, sino de la sensación de abuso que se transmite con la aplicación de esa normativa con cierta nocturnidad y alevosía. Es evidente que el espíritu de esa normativa es evitar que los coches aparquen en la misma playa, cosa que no es el caso de Famara. Sinceramente, creemos que ha habido un exceso de celo por parte de la autoridad competente, sobre todo porque hasta ahora la costumbre (que normalmente se hace ley) era que los conductores aparcaran en los laterales de la carretera. Y sobre todo porque el daño era inapreciable, al fin y al cabo estamos hablando de arena movediza. De jable. De ahí, que no podamos compartir la ley del garrote y tentetieso que se ha aplicado para cumplir con la normativa. Sobre todo por el agravio comparativo que se puede ocasionar con otras situaciones parecidas en Canarias. ¿Va ahora la Guardia Civil en Canarias a multar a todos aquellos que aparquen en los márgenes de carreteras costeras?.¿Qué ocurre en la carretera de Corralejo y decenas más de vías costeras de las islas donde se aparca sin problema en los márgenes? A veces el problema de muchos mandos de las fuerzas de seguridad es el desconocimiento del lugar donde actúan. Vienen de Madrid y quieren imponer la ley contra la costumbre sin mediar palabra. No es la mejor manera. El delgado del Gobierno de Canarias, Hernández Bento, un hombre con sentido común, debería aconsejar moderación a sus mandos si no quiere que la buena imagen que se ha ganado la Guardia Civil en Canarias en las últimas décadas pueda deteriorarse. Normalmente en la moderación está la virtud.

 

Mal que por bien no venga

 

Con el comentario de arriba no estamos defendiendo la “anarquía” en los espacios costeros o protegidos. Todo lo contrario. Este medio de comunicación viene advirtiendo desde hace años que hay que regular ese espacio de Famara. Son miles de personas la que en los meses de verano, sobre todo agosto y setiembre, acuden a esa playa norteña. Se ha erigido como el gran pulmón de ocio playero de Lanzarote. Por eso hemos dicho que la solución no era cortar por lo sano, prohibir la entrada a ese espacio y punto. Y no lo es porque la playa de Famara es algo más, mucho más que una playa. Se ha convertido en una zona de paseo, en un lugar de práctica de los deportes de tablas y velas, en casi lo que da sentido a la vida del pueblo de la Caleta de Famara. Por eso creemos que los problemas de las multas son menores. Lo que hay es que dar es una solución razonable a la demanda ciudadana que quiere disfrutar de ese espacio. El Cabildo, el Ayuntamiento de Teguise, el Gobierno de Canarias y el de España han tardado mucho en detectar el problema para darle una solución donde se permita el uso racional (y cómodo) de la playa con la conservación de la zona. Es evidente que mejorar, ensanchando la carretera que corre en paralelo a la playa hacia la urbanización, permitiría el aparcamiento en batería, aumentado el número de estacionamiento en casi el doble a lo que hoy lo hacen. Y luego hacer en la entrada de la Caleta una explanada para aparcar los vehículos sobrantes que no quepan en la vía antes mencionada. Es una solución relativamente sencilla y provisional hasta que el nuevo Plan de Uso y Gestión del Archipiélago Chinijo contemple las soluciones definitivas al problema. Y la solución, insistimos, no es sólo la de prohibir, sino la de compaginar el ocio y disfrute de la playa con el espacio a proteger. Ese es el reto que debe buscar la administración a corto y medio plazo.

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