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El Congreso (no) se divierte

Francisco Pomares

El Congreso de Esquerra demostró este fin de semana que quienes controlan el partido republicano tienen definitivamente la sartén por el mango. Nada que ver con la última edición del Congreso, cuando los esquerritas cubrieron de aplausos la vía unilateral y el referéndum y se cargaron cualquier posibilidad de entendimiento con el PSOE. En esta ocasión, los 1.700 inscritos votaron casi unánimemente a favor de mantener la negociación para investir a Sánchez, ceñirse a la legalidad y a la multilateralidad, y dar una oportunidad a un pacto de izquierdas como les pidió su líder preso -y apóstol del martirio ideológico-, el sufrido Oriol Junqueras.

 

Después de la demostración de obediencia y tranquilidad demostrada por los de Esquerra, si nada lo remedia e impide, Sánchez podrá verse revalidado como presidente, con Pablo Iglesias como su vicetodo y, además, contacto preferente con los indepes.

 

Dicen que los republicanos le regalarán al país el desbloqueo que pidió el rey Felipe y que lo harán la víspera de Reyes. Curiosidades de la política de la monarquía constitucional.

 

Sánchez será presidente gracias a la abstención, y ahora lo que queda es que nos aclaren cuándo tendremos los presupuestos y si ERC seguirá sosteniendo el Gobierno del PSOE y a cambio de qué... ¿La libertad de Junqueras? No depende del Gobierno. ¿Un informe favorable a la libertad de la Abogacía del Estado? Eso si puede hacerse, y además no costaría mucho: apenas que el servicio mantenga su tesis previa, la que el Supremo se equivocó al no aceptar. O también podemos obviar lo de Junqueras y concentrarnos en la cuestión de la pasta, que en Cataluña siempre había sido importante. Ahí, el Gobierno de España si tiene margen. Ya usó lo de repartir pasta en la pasada legislatura, y le salió bastante bien, pero no logró convencer a los indepes. Quizá esta vez los convenza, ahora que Junqueras y Aragonés han decidido trabajar por un acuerdo con el PSOE, que les permita gobernar Cataluña con el apoyo/abstención del PSOE y acorralar en la esquina del noqueado a Torra y a Puigdemont, ahora feliz eurodiputado in pectore.

 

Es difícil que ese acuerdo pueda durar mucho, sobre todo porque la presión sobre Sánchez va a ser muy fuerte. Él ha elegido este formato porque le resulta más cercano a su preparación y sensibilidad como político, antes que ensayar un pacto por la estabilidad y la integridad territorial con el PP y lo que queda de Ciudadanos. Un pacto más próximo a lo que piensan millones de españoles acongojados por lo que está a punto de ocurrir. Porque en política, lo más fácil no tiene por que ser siempre lo mejor. Y en esta ocasión es difícil que lo sea. Esquerra ha logrado acallar a su militancia, tirando del martirologio de Junqueras y la necesidad de librarlo de prisión. Pero eso es solo una primera aproximación a un problema muchísimo más grave que las cuitas carcelarias de don Oriol. El problema es cómo hacer encajar dos políticas que no pueden casar entre ellas, la del PSOE, un partido históricamente implicado en la defensa del Estado, la Constitución y la unidad territorial, y la de Esquerra, cuyo objetivo es la independencia de Cataluña.

 

 

Lo que va a ocurrir el cinco de enero es -además de un regalo muy costoso a Sánchez que pagaremos todos- una bomba de relojería que estallará en cuanto las bases de Esquerra vuelvan a tener ganas de divertirse. Y es probable que no necesiten siquiera esperar a su próximo Congreso.

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