Logo

El disputado voto de la diputada Oramas

Francisco Pomares

 

La decisión de Ana Oramas de votar contra la investidura de Sánchez ha provocado -aparte la sorpresa inicial- una importante revoltura en su partido y fuera de él. El Consejo Político de Coalición había instado a Oramas a abstenerse en ambas votaciones, después de un debate interno en el que prevaleció la voluntad de unidad de criterio en torno a una abstención que se consideró políticamente menos comprometida que un voto en contra. Oramas no hizo caso a la instrucción recibida. Y tampoco lo ocultó. Desde el minuto uno dejó claro que ella no apoyaría ni un acuerdo del PSOE con Podemos -fue uno de sus mensajes recurrentes en campaña-, ni uno respaldado por los secesionistas de Esquerra y Bildu. Eso lo sabían perfectamente el secretario general del partido, José Miguel Barragán, y una parte de los miembros del Consejo Político. En la votación del viernes, conociendo la situación, se intentó plantear un formato que evitara que la cantada decisión de Oramas de votar en contra de la investidura pudiera abrir una suerte de cisma en Coalición. Pero no se dio con el formato para evitarlo, y prácticamente no llegó a hablarse del encaje del voto de Oramas contra Sánchez. Se aprobó la abstención sin dificultad, una posibilidad que contaba con la neutralidad de Tenerife -en la reunión de la dirección tinerfeña, celebrada el lunes, se había acordado dejar abierta la posibilidad a abstenerse, aunque la mayoría de quienes intervinieron parecían estar por el no- precisamente para evitar conflictos con las otras insulares del partido.

 

Al final, el Consejo pidió una cosa, y Ana Oramas hizo la contraria, lo que había dicho, votar no a Sánchez, y dejar el marcador de la investidura a un escaso voto de diferencia. Nada definitivo, pero sí suficiente para que en el pacto PSOE-Podemos cunda un cierto nerviosismo. Se habla ahora de que Oramas tendrá que responder por su incumplimiento, y se la acusa desde el PSOE de ser una tránsfuga, de no seguir las instrucciones de su partido. Antes de la votación Sánchez se descolgó con un alegato contra el transfuguismo, al que calificó con extrema dureza. No iba por Oramas, sino por el llamamiento de Inés Arrimadas a los diputados socialistas, pero aquí todo vale.

 

Ana Oramas no se ha comportado como una tránsfuga. Lo sería si a cambio de su voto hubiera obtenido un carguito o una canonjía, como hizo Matilde Zambudio. Y no parece que sea el caso. Lo que ha hecho Oramas es una indisciplina: votar en contra de las instrucciones de su partido, como hicieron una quincena de diputados socialistas en octubre de 2016, cuando el PSOE les dio la instrucción de abstenerse en la votación de la investidura de Rajoy. Una de las diputadas que no respetaron hace tres años la orden del partido -Meritxell Batet- es hoy la presidenta del Congreso de los Diputados, después de haber sido premiada por Sánchez, que la hizo ministra.

 

 

No sé qué hará Coalición con Ana Oramas, pero, como es difícil que puedan darle un ministerio, quizá le abran un expediente -como se ha dicho por ahí en un Twiter oficial- o intenten forzarla a reconsiderar su voto mañana martes. Mi impresión es que -hagan lo que hagan- no van a conseguir que ella cambie de opinión. Es una mujer muy tozuda, está al final de una larga carrera política y tiene ya muy poco que perder, excepto su propia coherencia personal.

Comentarios (0)  



LancelotDigital.com