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La batalla por Madrid

Francisco Pomares

 

En el imaginario de la izquierda, Madrid es la representación tradicional de la resistencia al fascismo, del ‘no pasaran’ que alentó la resistencia patriótica de la España republicana al franquismo. Pablo Iglesias ha intentado apropiarse de ese imaginario, esa estética antifascista y ese discurso del “ellos o nosotros”, en una campaña realizada no para ganar la mayoría sino para conservar al menos el apoyo de los propios. Todos los pronósticos, menos los del CIS de Tezanos certifican un retroceso global de la izquierda, con Iglesias y el PSOE de Gabilondo sin posibilidad de articular la mayoría que ambos salieron a garantizar.

 

Iglesias midió mal sus fuerzas: creyó que su salida de un Gobierno en el que ya se aburría desde hace meses le colocaba de forma automática como candidato central de la izquierda. La negativa de Más Madrid a regalarle la gestión realizada por los de Errejón, construyendo partido desde la oposición durante dos años, dejó a Iglesias huérfano del discurso unitario y de recuperación de las viejas recetas del Podemos de antes, con el que esperaba recolocarse en la capital y su región. Eso no pudo ser, y se dedicó entonces a vampirizar al candidato socialista y a medirse a la corta con Vox, intentando capitalizar la creación de un imposible cinturón sanitario a la ultraderecha.

 

El encontronazo con Rocío Monasterio a cuenta de las cartas con amenazas se saldó para Iglesias con menos fortuna de la esperada. Sus compañeros ideológicos en el debate, solo decidieron seguirle en el abandono del programa de la Ser cuando recibieron instrucciones de los gabinetes de comunicación, una hora más tarde. Ahora se ha sabido que la policía identificó y detuvo a dos guardaespaldas de Iglesias el dia del reparto de bofetadas y pedruscos en el mitin de Vox, en la plaza de la Constitución de Vallecas, rebautizadla por Podemos como ‘plaza Roja’. Esa información explica la insistencia de Monasterio durante el debate de la SER en pedirle a Iglesias que condenara la violencia contra Vox. Probablemente sabía ya que activistas del entorno de Iglesias habían participado en la batalla campal de Vallecas...

 

Así, mientras el secretario general de Podemos se dedicaba a presentar sus ultimátums contra Vox, parece que lo que hizo fue impulsar el crecimiento del partido ultraconservador. Estas elecciones probablemente certifiquen por primera vez que algo está cambiando en el mapa político español, porque Iglesias obtiene en su propio feudo menos votos que la candidata de la derecha radical.

 

Las confesiones de Iglesias en un programa de la RAI italiana, explicando que esta “gastado”, que probablemente ha llegado el momento de irse, amplificadas por las grandes cadenas españolas, tampoco ayudan mucho a que Podemos obtenga un buen resultado en Madrid. La batalla por la capital parece ya de antemano una batalla perdida, en la que el PP podría -con el solo empuje de la presidenta Díaz Ayuso- duplicar los votos del socialista Gabilondo.

 

Pero -por muy tentador que resulte para algunos- la lectura de lo que ocurra en Madrid no puede trasladarse de ninguna forma al conjunto de la política española. Lo de Ayuso y el PP es un fenómeno madrileño, como lo es el hundimiento del Psoe en los peores resultados de su historia. Solo en el contexto de la batalla por Madrid resultan asumibles cosas como el ridícula episodio de ayer, con Nacho Cano, premiado con la medalla de Madrid, imponiendo recíprocamente una banda de victoria a Ayuso en pleno acto institucional por el día de la comunidad.

 

La hipótesis preferida de Iglesias, la polarización y radicalización extremista de la política española -el caos como escalera al poder- no funciona siempre a favor de Podemos. En Madrid, ciudad mártir frente al fascismo, los vecinos parecen haberle dado completamente la espalda al más notable de los autoproclamados ‘antifascistas’ de ahora. Cabe preguntarse por qué...

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