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La llamada

Francisco J. Chavanel

 

 

Canarias se ha llenado de políticos niños, completamente absortos en sus banalidades de bebés, que desconocen lo que representan, la carga de sus gestos y de sus decisiones, la cantidad de gente que depende de sus respuestas. Es como si no hubieran sufrido nunca o como si pensasen que nunca sufrirán. Da la impresión de que no les ha costado nada llegar al trono que les acoge, y nada es todo lo que tienen que ofrecer a los distintos colectivos pues nada es lo que les interesan los problemas de los demás.

 

El nuevo gobierno de izquierdas de Canarias lo han configurado entre Antona y Clavijo, dos líderes supuestos del centro derecha, además de Ciudadanos, una contradicción con patas. El regalo parte de sus respectivos egos, del deseo de marcarse mutuamente, de no saber retirarse a tiempo a cambio de conservar la casi totalidad de su poder (Clavijo), de no saber aceptar una presidencia trocada por un gobierno finito que le habría dado la posibilidad de extender sus alas sobre un territorio que todavía le desconoce (Antona).

 

CC tuvo que ser sincera cuando le ofreció a Antona ser el presidente. Absolutamente. Comprometerse con él hasta las últimas consecuencias para que no saltara ni los Cabildos de Lanzarote, La Palma, Tenerife, y Fuerteventura, además de los ayuntamientos de Arrecife y Santa Cruz de Tenerife. Su solución era Antona,  miembro de honor la orquesta “Fin de ciclo”, con el suficiente odio hacia CC para hacer creíble su nuevo cargo. Si el alacrán se hubiera subido al hombro de la rana, la rana hubiera muerto antes de llegar a su destino y el alacrán hubiera cumplido con su naturaleza. En cuatro años, retorno, regreso por la puerta grande, sin haberse marchado ni manchado.

 

Todo ello habiendo laminado por enésima vez las esperanzas del PSOE, conduciendo a Ángel Víctor Torres a una eliminación segura por parte de  los suyos; a NC  a una soledad tan escalofriante en Gran Canaria que la habría empujado a los brazos de CC, con exilio para Morales y con Podemos en el cuarto oscuro. Era mucho, demasiado, como para que las obsesiones, la competitividad extrema por trofeos de tercera división, le otorgasen el triunfo final a una izquierda casi demolida, que casi ya nada esperaba.

 

La llamada salvaje de Antona a Curbelo, esa llamada criminal que nunca olvidaremos, la que aborta finalmente el pacto por la derecha, la que dispara sobre el cráneo del propio PP para dejarlo completamente muerto para muchos años, la llamada que recibe Curbelo para advertirle de que está en el lugar equivocado y de que debe irse al bloque de izquierdas, es la gamberrada final de un ser inmaduro que nunca tuvo que ocupar el liderazgo de un partido hasta ahora fiable en sus compañías y aliados.

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