Logo

La sociedad idiotizada

Gloria Artiles

 

 

Vivimos en una sociedad cada vez más idiotizada donde se encumbra a los estúpidos y la vulgaridad se ha erigido en una molesta evidencia que impregna la posmodernidad. Me pregunto qué se puede esperar de una sociedad tan sumamente imbecilizada que valora a la fama per se como un mérito en sí misma, y no como una consecuencia lógica del reconocimiento social de haber desarrollado una virtud o una aportación que beneficie en cualquier sentido al resto de tus semejantes.

 

En una cultura en que el éxito y la reputación proviene del tener y no ser, del aspecto externo y la apariencia, donde al cuerpo se le da más importancia que a la mente, no es de extrañar que nadie sepamos el nombre los descubridores de las vacunas del Covid, pero sí los últimos episodios de rencor y odio de la hija mimada de una conocida folclórica.

 

Pareciera que estuviéramos retrocediendo a una mentalidad más atávica, de tintes infrahumanos (¿dónde están los grandes principios y valores humanos que a lo largo de la historia nos han ido legando nuestros antepasados en una lenta y esforzada pulsión evolutiva?). La agitación de las emociones más bajas, las palabras huecas, los gestos vacíos de contenido, las apariencias, la hipocresía y el cinismo, cuando no directamente la mentira, han alcanzado grados superlativos de protagonismo generalizado en casi todos los ámbitos de la realidad que nos rodea.

 

A más de alguno o alguna idiota alguien debería explicarles que el mérito no procede de la carcasa con la que me presento ante los demás: bastaría un buen estilista y una mejor cirugía estética para que yo misma me convirtiera por fuera en el prototipo femenino de juventud y elegancia que nos inocula el sistema sin que nos enteremos. Pero un cerebro no hay cirugía que lo cambie, y si queremos avanzar hacia una sociedad mejor, el mérito reside en cultivar nuestro intelecto y desarrollar nuestra capacidad ética.

 

Las maquinaria televisiva nos arroja fardos de basura mental y mediocridad cultural para que los consumamos de forma masiva, por una simple y bastarda causa desde el punto de vista moral: los escandalosos niveles de audiencia que despierta la hábil manipulación de nuestras emociones más primarias y la avaricia desmedida de dinero con el que se lucran las personas que se encuentran en proceso aún de convertirse en seres humanos.

 

Con el bombardeo adictivo de las redes sociales, no hay cultura del estudio, ni de la reflexión propia, y mucho menos del esfuerzo, porque todo lo que se asocie a detenerse a pensar se identifica con pérdida de tiempo y aburrimiento, y todo lo que se vincule con el esfuerzo, se relaciona con imposición y con impedirle al individuo ser libre Porque en la sociedad de la estupidez, la libertad es sinónimo de hacer lo que a uno le dé la real gana. O sea, que dejarse llevar por las entrañas o por las apetencias es ser libre. Pero claro, en este mundo de la posverdad, igual también las vacas son libres y yo no me había dado cuenta.

 

Comentarios (9)  



LancelotDigital.com