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Migración: Mitos y realidades

 

Por Alex Solar

Citaba en mi columna anterior el libro de Sami Naïr, Refugiados, un amplio y documentado ensayo sobre el fenómeno migratorio. A éste habría que añadir el libro del que es autor el periodista de The Guardian, Patrick Kingsley, La Nueva Odisea, un apasionante reportaje en el que acompaña a refugiados sirios y de otras nacionalidades en su doloroso éxodo a través de desiertos y océanos hasta las fronteras de Europa. Los medios informativos nos bombardean cada día con noticias, imágenes, artículos, etc. y el ciudadano medio termina desinformado sobre lo que algunos consideran “un problema” y otros un reto al que hay que enfrentarse con buenas decisiones y solidaridad antes que con murallas y prejuicios. Informarse se consigue documentándose preferentemente con datos oficiales contrastados y no con bulos y propaganda xenófoba, que prolifera en Internet.


Algún lector se preguntará qué se puede hacer ante este nuevo desafío en nuestro continente. No hay fórmulas mágicas y hay que decir que existe un precedente, ocurrió hace 70 años y motivó los primeros acuerdos internacionales sobre los refugiados (Convención de Ginebra de 1951) . Entre la situación que hoy viven los cientos de miles de refugiados acorralados entre las fronteras del bastión europeo y la que vivieron los judíos perseguidos que eran devueltos a los nazis en algunas fronteras hay una trágica, penosa, similitud. De allí que constituya un deber irrenunciable respetar dichos acuerdos y otros tantos posteriores que han quedado en nada. Nos va nuestra credibilidad como naciones civilizadas y si alguien cree que hay que pasar por encima de estos valores es que se merece retornar al pasado y a la barbarie. Al fascismo, al Holocausto, a las cámaras de gas de Auschwitz.
Es verdad, este proceso que nos afecta tiene un coste. Y no es despreciable. En muros que han resultado tan inútiles como fue la Línea Maginot en su tiempo o la Gran Muralla China, Europa ha despilfarrado montañas de dinero. Datos al canto: los estados miembros de la UE han construido más de 235 km. De vallas en las fronteras exteriores de la UE, que han costado más de 175 millones de euros. Una valla de 175 km en la frontera entre Hungría y serbia, una valla de 30 km en la frontera entre Bulgaria y Tur quía que se ampliará 130 km más, 18,7 km de vallas en las fronteras de los enclaves españoles de Ceuta y Melilla con Marruecos y una valla de 10,5 km en la región de Evros, a lo largo de la frontera entre Grecia y Turquía” (Amnistia Internacional, Miedo y vallas: los planteamientos de Europa para contener a las personas refugiadas). A estos costes, totalmente inútiles, habría que agregar la concesión de 5,9 millones de euros en fondos de emergencia del Fondo de Asilo, Inmigración e Integración para que Grecia les ayudara a cribar a los inmigrantes irregulares, que siguieron llegando y desbordaron al país heleno, aumentando la tragedia humanitaria.


De España, se puede decir que ha representado a la perfección su papel de perro guardián de la fortaleza europea. Política de mano dura, devoluciones en caliente, tratamiento poco respetuoso de los derechos humanos en los centros de detención. A pesar de haber sido pionero en Europa de las leyes de asilo( la española data de 1984). Sin embargo, desde esa fecha solo 180.580 personas han accedido a este procedimiento, cuando en Alemania solo en 2014 lo hicieron 202.645. Según datos de CEAR(Informe 2015) España recibe solo el 0,9 % de las solicitudes de asilo registradas en la UE. ACNUR, en julio de 2015, manifestó “su preocupación por las actuales condiciones de acogida de España” refiriéndose a infraestructura de servicios destinados, incluidos los CETIS de Ceuta y Melilla (más del 80% de refugiados son sirios), donde se expone a muchas personas a situaciones de riesgo y marginación.


Hasta los países nórdicos, tradicionalmente acogedores han sucumbido frente a la crisis económica y el auge de la extrema derecha, rompiendo otro mito frente a la realidad , que parece inabordable, del fenómeno migratorio. La realidad es que la cooperación económica global de la Unión ha sido drásticamente reducida en la última década, hay una absoluta ausencia de compromiso por parte europea al desarrollo de los países del sur. Los únicos beneficiarios son las mafias y otras organizaciones criminales de trata de seres humanos que con la complicidad de gobiernos y funcionarios consiguen títulos de viaje. En palabras de Naïr : “Emigrar legalmente es un lujo. Emigrar ilegalmente conduce a un infierno penal o burocrático, o a la muerte en las aguas heladas del Mediterráneo”.


Hay una crisis, es cierto, pero provocada por nuestra respuesta más que por los migrantes. Que, por cierto, no son unos aprovechados que se benefician de supuestas “ayudas”: 65 euros por mes, comida y alojamiento es lo que daba el gobierno sueco al refugiado sirio Hashem al Souki, protagonista del reportaje de Kingsley, que al igual que el libro de Näir es altamente recomendable para desterrar mitos y comprender realidades.

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