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Ventiladores en marcha

Francisco Pomares

 

Es como ocurre siempre que algo o alguien se acaba: primero, el óbito, después la rebeldía y al final la aceptación y el luto. La fase de impacto por la presentación de la moción de censura en Santa Cruz duró apenas un par de días, desde que Evelyn Alonso dijo que ella no se había reunido ni había hablado nunca con Patricia. Era como una declaración de fin de recorrido, apenas camuflada por las declaraciones-disimulo sobre "hacer lo que me mande el partido" o "no es tiempo para mociones de censura". Fue ese el tiempo necesario para procesar que la cosa estaba hecha y no tenía remedio, ni siquiera mandando a la Zambudio a una dirección general del Gobierno (se intentó), ni ofreciendo alcaldías alternativas al PP (se intentó), ni nombrando a Evelyn Alonso miss Ciudadana (no estoy seguro de que se intentara ponerle la banda, pero el cargo que ella quisiera sí estaban dispuestos a ofrecérselo), ni siquiera amenazando al PP con darle Madrid a Ciudadanos, que han dicho en la competencia que Ábalos le fue con el recado a Cuadrado, y al hombre le puso.

 

La cosa es que desde el lunes y en diez días hábiles más, Patricia Hernández tendrá que dejar su despacho en la Casa de los Dragos, en su segundo viaje de regreso a la soledad de la oposición. Ya conoce el camino: lo recorrió un año y medio después de convertirse en vicepresidenta del Gobierno de Canarias.

 

 

Pero antes, hasta que lleguen la aceptación de la pérdida y el luto, queda la fase de rebeldía y rechazo de lo inevitable. Es la fase en la que la alcaldesa y su equipo se explican –y explican públicamente– los motivos de esta próxima debacle para el PSOE chicharrero y se reafirman en lo injusta que es la existencia y lo malvado que es el mundo. Es una reacción lógica y humana, es así como se reacciona ante la pérdida. Eso es lo que hacen las personas, aunque Patricia y su tropa no son solamente personas, son también políticos. Gente que vive por, de y para la política. Por eso, la fase de rebeldía no pasa sólo por la negativa a aceptar lo que ocurre o va a ocurrir. Incluye también poner toda la porquería posible ante el ventilador y darle al botón de encendido.

 

En el caso que nos ocupa, aventar basura no es sólo una respuesta a la moción de censura contra ella, planteada en un momento bastante inconveniente y con la ayuda necesaria de otra desafecta a Ciudadanos. Lanzar mierda a la cara de los demás es la esencia del mejor relato que Patricia Hernández espera dejar de su paso por Santa Cruz: ella gobernó para levantar alfombras y los que vienen vienen para volver a dejar la porquería de nuevo escondida bajo los tapetes. Pero a la hora de decirlo, la alcaldesa prefiere que sean los suyos quienes hagan el trabajo, en vez de arremangarse ella misma: tira de la Zambudio para meter miedo en el cuerpo, y ajustar cuentas con Ciudadanos por haber sido incapaces de parar a Evelyn como un año atrás lo fueron de parar a la propia Zambudio. Y usa a su leal número dos, José Ángel Martín, para recordar las dos denuncias a la fiscalía –por los conciertos del Carnaval– de las que advierte que habrá muchas más. De alguna manera, Martín explica que el calendario del patriciado incorporaba tantos envíos a la fiscalía como inauguraciones de parques infantiles. Personalmente, creo que los parquitos dejarán mejor recuerdo del talante e ilusiones de nuestra primera alcaldesa.

 

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