Cuestión de coherencia
Lo ocurrido en estos días con Pablo Iglesias e Irene Montero, secretario general y portavoz de Podemos, respectivamente, viene a ser una cuestión de pura coherencia. Que un político, o cualquier persona, se compre una casa de lujo con su sueldo, no debería ser ningún problema, salvo en el caso de que ese individuo haya alentado a otros a menospreciar, insultar, calificar como casta y hasta hacer escraches públicos a políticos de otras siglas por vivir en casas de categoría similar a la que ahora se han comprado Pablo e Irene. Normal, por tanto, que ante la noticia de que la feliz pareja ha adquirido un impresionante chalet en Galapagar por el ‘módico’ precio de 600.000 euros y una hipoteca de 1.600 euros al mes, las redes estén recordando a todo aquel que quiera escucharlo aquel momento en el que el líder de Podemos le aseguraba a la periodista Ana Rosa Quintana, que él siempre viviría en el mismo pisito de Vallecas en el que vivía en aquel entonces, y seguiría viajando en transporte público por muy alto que llegara… Se ve que las normas que Iglesias exigía para el resto de la clase política, llegado el momento, no eran tan válidas para él. Normal también que, hasta los suyos, ofendidos por la situación, no hayan dudado en tachar su actitud de ‘típica de la casta’ y le exijan coherencia.
Tampoco resulta extraño que hasta se haya cuestionado el cómo es posible que a una pareja joven, con trabajos temporales, les hayan concedido semejante hipoteca. Hay que tener en cuenta que las entidades financieras tienen muy claro, a la hora de conceder o no una hipoteca, que el coste que asumirá la feliz pareja no será sólo el de la misma, hay que sumar el coste de los impuestos municipales, de la comunidad de vecinos y de cuestiones tan, aparentemente, peregrinas como la necesidad de contar con personal que mantenga la piscina o el buen estado del césped, sin contar con “la kelly” que le cuide a los gemelos y le recoja la gran mansión de 300 metros cuadrados, con grandes jardines y una piscina de grandes dimensiones. Gastos que al final pueden llegar hasta duplicar el gasto mensual que supone tener una casa de esa categoría.
Que sí, que sí, que todo el mundo se puede comprar con su dinero lo que le dé la gana y, sobre todo, lo que le permitan, lo que no se puede es andar dando lecciones de honestidad a diestro y siniestro , usando la demagogia como atalaya, y luego aparecer con una de estas… Esa privacidad que piden para ellos, la deberían haber tenido en cuenta cuando insultaban y abucheaban a otros por tener grandes casas o ir en transporte privado. Sí, Pablo, puedes comprarte la casa que te apetezca pero, te recordamos, que al hacerlo, has demostrado derrochar grandes dosis de cinismo, hipocresía, incoherencia y un populismo manido que, si bien ya se te adivinaba, ahora se constata. Y cada vez que se intenta justificar lo injustificable, crece la incoherencia. Así las cosas, la clase obrera, real, de este país sigue en sus casas de siempre, las de toda la vida, contemplando, imaginamos que con cierta perplejidad, el espectáculo de la nueva casta. Definitivamente, se trata de una cuestión de coherencia. Y lo del plebiscito para que la base te dé la razón y no te pida que dimitas, no servirá para aliviar el pecado. Por el contrario te has cargado la ilusión de miles de ingenuos ciudadanos que creían que les ibas a llevar al paraíso para al final comprobar que el tuyo es un chalet.