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Y los ‘turismofóbicos’ ahora, ¿dónde están?  

 

 

Muchas veces los “turismofóbicos” han utilizado este sector económico, el que en la actualidad permite a los lanzaroteños mantener el nivel de vida que tienen, para sus propios fines ideológicos. Estos críticos de oficio que han olvidado, o fingido hacerlo, qué gracias al turismo, Lanzarote logró entrar en la modernidad, pasar del burro al BMW, no han dudado en criticar al turismo en época de bonanza. Creemos que esos, pero sobre todo los ingenuos que han caído en la trampa del seguidismo ideológico, son los primeros que lo van a echar de menos si las cosas se tuercen del todo y nos falla. Esperemos que no.

 

Tenemos unas infraestructuras, una sanidad, una educación y unas condiciones de vida similares a las del resto de Europa gracias al turismo, ya que es nuestra única industria potente, y realmente posible, para mantener unos servicios de calidad.

 

Los últimos acontecimientos económicos, con el Brexit a la vuelta de la esquina, una Alemania, motor de Europa, entrando en recesión, el cierre de algunas compañías aéreas y el sonoro batacazo de un gigante sectorial como Thomas Cook, nos obligan a tomarnos en serio el turismo.

 

Por suerte, al sector insular el batacazo le ha pillado con los deberes bien hechos. Se ha sabido diversificar en los últimos años y crear clubes de producto.  Se buscó un turismo alejado del turista de sol y playa, para poner el objetivo en una oferta en la que el deporte, la gastronomía, los congresos, los cruceros, la cultura o los conciertos tienen cada vez más peso. Hemos renovado nuestras instalaciones, apostado por la sostenibilidad y la calidad. Ahora solo podemos seguir trabajando para que esos deberes den sus frutos y eviten males mayores.

 

Lanzarote ha quedado tocada con este hundimiento internacional. Llorando no solucionamos nada, hay que ponerse a trabajar sin complejos. Las autoridades insulares, que a veces han caído en la complacencia y en la trampa de los “turismofóbicos” deben esforzarse en entender al sector y dotar a la isla de infraestructuras modernas en carreteras y servicios para que seamos competitivos. También hay que dejar de poner casi todos los huevos en la cesta de los turoperadores, por aquello de los cambios de hábito del cliente.  Nadie puede quedarse mano sobre mano, ni empresarios ni autoridades, de hacerlo se perderán puestos de trabajo y la imagen de la isla quedaría en entredicho. Ahora, más que nunca, tenemos que ser conscientes de que vivimos del turismo. Todos, tanto el hotelero, como el pequeño empresario o su empleado. El turismo es el motor que permite que sigan girando las ruedas del engranaje. Si se paran, nos paran todos. Esta es la prueba de fuego del sector, ¿estaremos preparados?

 

Y, por supuesto, que hay que defender nuestro modelo sostenible, tan importante como todo lo demás.

 

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