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Historias de medianoche: La Cita

 

Mar Arias Couce

 

 

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Se habían conocido hace un mes. Bueno, en realidad, conocerse no era la palabra exacta. Aún no se habían visto en persona, pero llevaban chateando por redes sociales cuatro largas semanas. A ella le daba la impresión de que se conocían de toda la vida. Eran tal para cual. Les gustaba la misma música, el mismo tipo de películas, los mismos libros y hasta adoraba la pasta, como ella. Era una de esas veces en que el destino sabe lo que hace. Y no se dan muchas. Bien lo sabía ella que acarreaba un historial amoroso terrorífico. Si hacía memoria le salía el chulito, el controlador, el guaperas, el pasota… ni una sola relación le había salido bien. Claro que ellos tendrían su versión del asunto, en la que, suponía, la que no saldría bien parada sería ella. Pero le daba igual, esta vez era la buena. Y, por fin, habían quedado de verdad ese viernes, para verse en persona y conocerse.

 

Estaba muy nerviosa. Llevaba horas arreglándose. Se había depilado, lavado el pelo, que luego había ondulado con paciencia. Se puso cremas y perfumes, y se maquilló con todo el cuidado del mundo. Incluso bajó un tutorial para hacerse las sombras de ojo ahumadas y un “cat eye” de lo más atractivo. Se puso un conjunto provocativo y unos tacones altos. Estaba mal que lo dijera ella, pero iba espectacular.

 

-¡Caray, que guapa vas! ¿Has quedado?, le preguntó su vecina, una cotilla de mucho cuidado. Pero esa vez, le dio igual porque sabía que era la definitiva.

-Sí, he quedado con un chico guapísimo, Lola. Se llama Borja y creo que es el chico de mi vida. Nos hemos conocido por redes sociales y es la primera vez que nos vamos a ver.

-¡Que bien! Me alegro mucho. Yo no entiendo mucho de esas cosas modernas, antes nos conocíamos por ahí, en los bares, pero bueno… Me alegro por ti. Pásalo muy bien, ya me contarás…

 

Paradójicamente, Lola fue la única que, días después, cuando nadie fue capaz de dar con su paradero, pudo aportar algún dato. Poca cosa, realmente.

 

-Me contó que había quedado con un tal Borja, pero no sé nada más.

 

La Policía intuyó que Borja no se llamaba así, y que probablemente tampoco era el adonis encantador que habían descubierto en su perfil imposible de rastrear. Sería cualquier otro depravado con una identidad oculta que había disfrazado su personalidad para atraerla hacia él. Así funcionaban los depredadores.

 

Era la historia del mundo. Siempre ha habido perturbados con y sin redes sociales. Ahora, sencillamente, era más fácil conseguir víctimas.

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