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Intoxicados por la ciguatera: “Creíamos que nos íbamos a morir”

Rafael y Begoña cuentan a Lancelot cómo les ha cambiado la vida desde que comieron el mero contaminado

 

 

Lancelot Digital

Vídeo: Lancelot Televisión

 

Él, Rafael. Ella, Begoña. Son dos de las diez personas intoxicadas en Lanzarote por la toxina de la ciguatera. Su calvario comenzó a principios de diciembre.

 

“Nos comimos el mero entre las 14 y las 15 horas y a mi mujer a las 17:30 horas le empezó a dar una descomposición”, cuenta Rafael. “Me empecé a encontrar fatal. Antes de la descomposición, comencé a sentir un dolor en la espalda, muy mal. Y empecé a preguntarme: ¿qué tengo?”, señala Begoña.

 

Tras peregrinar por varios centros de salud y acudir a Urgencias sin obtener una respuesta a su diagnóstico, unos amigos le pusieron nombre a su malestar general. “Un amigo trabaja en la hostelería y cuando le dije que tenía frío, que el agua me quemaba, me dijo que eso era ciguatera”, explica Rafael.

 

Su intoxicación se produjo tras consumir un mero que compraron en una pescadería de San Bartolomé. “Era un mero impresionante”, apunta este afectado.

 

Tras una primera visita al hospital, les recomendaron una dieta blanda, pero la intoxicación se fue agravando. “Nos recomiendan una dieta blanda, pero encima con el caldo del mero que quedó me hice un arroz con verduras y lo volvimos a ingerir”, cuenta Rafael.

 

La ciguatera prolifera en zonas de arrecifes coralinos y es propia de mares subtropicales. “Esta toxina la comen los peces pequeños y los grandes se los comen a ellos. Si tú te comes un pez pequeño no te afecta porque la toxina no llega a estar desarrollada, pero el pez grande llega a tener una acumulación de esta toxina que se convierte en un problema”, explica Rafael.

 

“Todo te quema”

 

Ellos consumieron el mero contaminado y, a partir de ahí, comenzó la pesadilla. “Creí que me iba a morir. Pensaba: ¿para morirse hace falta tanta fatiga”, apunta Begoña.

 

Entre los múltiples síntomas, la inversión térmica. “En las zonas íntimas, en lo que es la vagina y el ano es fuego lo que te está saliendo e intentar respirar y sentir que el aire te entra y te hace daño”, explica ésta afectada. “Meter las manos en el agua para lavarte y te queman las manos, te empieza a quemar la lengua, los pies al tocar el suelo”, señala por su parte Rafael.

 

La ciguatera ha alterado su rutina diaria. “Yo no puedo tocar nada en la cocina. Tengo que calentar agua para todo, hasta para lavarme los dientes. Incluso coges el picaporte de una puerta y parece que te has quemado”, cuenta Begoña.

 

Critican que sólo Gran Canaria y Tenerife cuente con laboratorios para analizar los peces potencialmente sospechosos de portar la ciguatoxina. “Aquí hay un problema muy serio y muy grave. Y es que hay peces, depende del tamaño, que a partir de 10 kilos o 12 ya son potencialmente peligrosos”, precisa Begoña.

 

Éstas son las especies que los puntos de primera venta están obligados a analizar: medregales de más de 15 kilos, petos que pesen más de 30, pejerrey y abades con un peso superior a los 12 kilos, meros que superen los 29, picudos de más de 150 y peces sierra y espada que pesen más de 110 y 150 kilos.

 

Para este matrimonio, una única angustia. “Le preguntamos a la doctora cuánto va a durar esto y me dice que no me lo puede decir, que no sabe cómo va a evolucionar”, señala Begoña.

 

Mientras, Rafael y Begoña viven un infierno y una incertidumbre, pues no saben en qué estado se van a levantar mañana. 

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