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Carta anónima de un adicto

 

"Demasiado surrealista para aceptar mis miserias, sigo drogándome y bebiendo como si no hubiese un mañana"

 

  • Lancelot Digital
  • Cedida
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    "Buenas tardes escribo desde los confines de la existencia para relatar brevemente mi ruinoso periplo por la decadente adicción de la que he sido presa fácil desde hace ya mas de veinte años. Una vez que el agotamiento descarnado de tantos años de sufrimiento me ha deteriorado hasta un punto de no retorno solo me queda plasmar con letras de sangre mi vida inmerso en esta enfermedad crónica y progresiva.


    Edad actual: cuarenta y un años, lugar de nacimiento, arrecife, sustancias de consumo: cannabis opiáceos cocaína y alcohol.


    No pretendo ser moralista ni dar una conferencia teórico practica de mi situación actual pero tengo que concretar ciertos aspectos.


    Hoy por hoy puedo asegurar que he tocado un fondo abismal del que solo una breve esperanza me mantiene a salvo del derrotismo absoluto aunque se que he perecido cientos de veces bajo el yugo de mi masoquista autodestrucción, he resucitado cada vez mas cansado y mermado que la anterior...La devastación personal desde la que proyecto estas palabras son un acto de fe, un llamamiento desesperado por salvarme de mi mismo.


    Como si de un estrés post traumático se tratase vivo excluido, excomulgado de la realidad cotidiana que me rodea, traumatizado por las experiencias vividas y sus secuelas correspondientes
    Cada vez que bebo una cerveza o me meto entre pecho y espalda un blister de opiáceos comienza el interminable calvario de desolación y desesperación que me aboca a seguir consumiendo compulsivamente hasta que la anestesia se acaba y al día siguiente me quedo a solas con la penuria de la soledad y la depresión devorándome entera el alma.


    Pero basta de edulcorar con poética parafernalia la sublime belleza de la prosa escrita. Aquí van los acontecimientos; comienzo a beber con catorce años, a la misma edad combino el alcohol con cannabis y un año después me entrego con total dedicación al consumo de cocaína. A partir de ahí la locura me envuelve en un manto de indigencia y todo pasa tan deprisa y de un modo tan atropellado que cuando me quiero dar cuenta ya estoy malviviendo en la calle con mi familia totalmente desquiciada por el comportamiento agresivo con el que los abordo día si día también.


    La curación se hace esperar yo sigo inmolándome bajo el juramento leal de mi entrega mas indiscriminada a la adicción, en el transcurso de este trayecto vital voy rebotando de una comunidad terapéutica a otra a lo largo y ancho de toda la provincia de las palmas sin terminar de cuajar mas de dos años de abstinencia absoluta. El estigma social se convierte rápidamente en un lastre mas que añadir a la parca andante en la que me he convertido. la pesadilla se materializa en forma y dimensión . El vacío y la insatisfacción se traducen en mas ingesta combinada de distintas sustancias, a todo esto quedan atrás los trabajos perdidos, los estudios dejados a medias, las noches durmiendo al raso o en coches abandonados, las peleas y la violencia ,etc.


    Demasiado surrealista para aceptar mis miserias sigo drogándome y bebiendo como si no hubiese un mañana. Sumo y sigo y la obsesión se apodera de mi causándome unos estragos fatídicos que no acaban de hacer mella en mi. Al final la ecuación de tercer grado a la que me enfrento se convierte en un algoritmo de solución solo apta para un mínimo porcentaje de privilegiados que se recupera y de la que yo no estoy incluido.


    Las perdidas emocionales se convierten en presagios feacientes. Mi padre fallece de cáncer y mi madre y uno de mis hermanos enferman paralelamente a mi con severos trastornos mentales debidos en parte a la mala vida que les he dado. Ahora solo soy una sombra de mi mismo. Un espectro que vive en el mundo de los vivos que respira come y duerme por inercia
    En medio de esta retahíla, paso una breve temporada en el centro penitenciario de Tahiche por quebrantar una orden de alejamiento al entrar en un apartamento colocado de pastillas y alcohol para robar un portátil, pero esto es anecdótico si añado las secuelas que han dejado mi cerebro como si fuese un queso gruyer. Para echar mas leña al fuego sufro trastorno por déficit de atención e hiperactividad rasgo de mi deteriorada salud mental que hace todavía mas complicada la recuperación.


    Llegado a este punto en el que el cataclismo cíclico se perpetua en mi me veo en la obligación de dejar algún legado, por ínfimo que sea y este es el único que se me ocurría".

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