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Doña Rosa, el “Pepito Grillo”de Argana Baja

Marimar Duarte

 

Cuentan que doña Rosa, de joven, se dedicó a limpiar apartamentos en La Tiñosa pero que fue tanta la cantidad de lejía que usó que se quedó sin olfato.

 

Llevaba la sillita de aluminio y los días buenos, por la mañana muy temprano, se sentaba al fresco de las casuarinas, Casuarina equisetifolia, que están debajo de la gasolinera.

 

Solo ella podía con aquel olor de la depuradora los días "malos", de peste.

 

Muchos de los jóvenes que llegaban a casa, caminando (de Arrecife a Argana Baja), por la mañana, de estar de fiesta toda la noche, se topaban con aquella mujer, porque ni se acordaban. Con su pañuelo negro y sus mañas de mayor, íbamos desfilando delante de ella. Nos soltaba unas retahílas que te hacían pensar mucho. Hubo gente que hasta salió de la droga con los paliques de doña Rosa.

 

Te atosigaba con preguntas como ¿No sabes que la noche está llena de gente mala? ¿Qué buscan ustedes a estas horas?¿Qué haces tú hasta por la mañana en la calle? ¿Qué dirá tu madre cuando te vea como estás? No nos daba ni tiempo a contestar a todo aquello junto. Por no cruzártela, algunos ni salían, o volvían en taxi.

 

Sus despedidas eran suaves, con frases en otro tono más cariñoso pero que te reconcomían lo que te quedaba de camino y toda la semana: Piensa en tu madre antes de hacer algo, ¿Le gustará? y de acuerdo con la respuesta, hazlo o piénsalo.

 

Nos acompañaban hasta casa sus besos volados y seguía con sus pensamientos y con las manos en el rosario, hasta que trincaba al siguiente.

 

 

Historias de árboles de Arrecife, para recordar.

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