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Dos años sin Juan Brito

 

Por Víctor Brito

 

Eran los primeros días del año 2018. Me encontraba con mi padre (Juan Brito Martín) en el salón de nuestra casa. Era de noche y conversábamos, como en muchísimas ocasiones, sobre varios aspectos relacionados con Lanzarote. Con él, a sus 98 años, se podía hablar y discutir sobre cualquier tema. Su forma de pensar y de ver las cosas habían evolucionado durante todo ese tiempo y nunca perdió la capacidad de sorprenderse de lo que ocurría en su entorno. Sabía, en su fuero interno, que era la mejor manera de vivir con dignidad.

 

Hubo un momento de silencio y se me ocurrió preguntarle sobre el motivo por el que se había interesado por la arqueología. Me comentó que había sido algo casual. Que mediados de los cincuenta visitó la Isla un ilustre personaje de la arqueología canaria, el catedrático de historia Elías Serra Rafols. Parece ser que el Presidente del Cabildo, Pepín Ramírez, ordenó que mi padre, que era en ese momento taxista y que tenía un conocimiento exhaustivo de Lanzarote, acompañara a Don Elías a los lugares que él quisiera visitar.
Buscaba el arqueólogo el primer Obispado de Canarias, en la zona del Rubicón. A Don Elías le fallaban las piernas por lo que envío a mi padre a que buscara indicios del asentamiento, y lo encontró. Me dijo que cuando le enseñó los indicios de lo que fue el Obispado, el catedrático comenzó a dar saltos de alegría olvidándose de sus problemas de salud.

 

Se hicieron amigos y visitaron otros muchos lugares. Me confesó que visitando la zona del Malpaís de la Corona tuvo que subirle a la “pela” (en sus espaldas). Rió a carcajadas recordando la imagen.

 

En un momento de aquella conversación se quedó callado y emocionado me dijo: ¡Coño Víctor, cuánto quise yo a Lanzarote!

 

En ese instante supe que mi padre se despedía. Sabía que ya no tenía sentido seguir luchando contra lo inevitable después del fallecimiento de su mujer cuatro meses antes. Me faltó valor para decirle: No sabes lo que Lanzarote te echará de menos.

 

Este 14 de febrero se cumplirán 2 años de su fallecimiento. Su corazón eligió este día tan significativo para dejar de latir. Se fue enamorado de Lanzarote y de su bella Isabel.
La Fundación Juan Brito, que se encuentra en proceso de creación, trabajará porque Lanzarote no tenga que echar de menos a los hombres y mujeres que entendieron, y entienden, que el progreso de Lanzarote debe estar acompañado del respeto a la propia identidad, forjada durante siglos, de la sociedad conejera. Quiere promocionar los valores que hicieron de esta Isla un lugar habitable. Pero también saber de nuestra génesis. De quiénes habitaron esta Isla y de qué manera se adaptaron a un desierto que finalmente fue su hogar.

 

La Fundación también entiende que vivimos en un mundo que está en constante cambio. Que aquellas cosas que nos definen como pueblo van variando cada poco tiempo. Pero queremos estar presentes en estos procesos de cambio. Entendemos que vivimos en un entorno geográfico frágil y que las decisiones que se tomen repercutirán en esta Isla de manera más profunda y rápida que en cualquier otro lugar. En definitiva, la Fundación Juan Brito quiere divulgar nuestro pasado para estar en el presente.
Una de nuestras primeras actividades será llevar a cabo una experiencia piloto en colegios unitarios donde el alumnado conozca la importancia de los aspectos culturales de la Isla: la arqueología, la agricultura y ganadería, la etnografía, la artesanía en todas sus vertientes y el folclore.

 

Estaremos apoyando y colaborando con aquellas entidades y empresas que estén en sintonía con la defensa de estos valores.

 

Decía Ángel Sánchez, nuestro último Premio Canarias de Literatura y amigo íntimo de mi padre, que Lanzarote es Juan Brito y que Juan Brito es Lanzarote. Creemos que esa imagen poética es la que guiará a la Fundación que llevará en nombre de nuestro padre.

 

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