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Elogio al Programa Impulsa

 

Laura Martín Rijo, una maestra cualquiera

 

 

La desaparición del Programa Impulsa ha dejado una estela de incertidumbre condimentada con una pizca de decepción y otra de desilusión entre los docentes que hemos venido dejándonos la piel por conocerlo, entenderlo, practicarlo y acabar amándolo; en fin, a tantos profesionales que terminamos enamorados de él. Porque lo valía. Era un soplo de aire fresco: era una fuente de reflexión, de complicidad, de aprendizaje, de reorganización de espacios y tiempos, de unión y de alegría. Era, en definitiva, una oportunidad para ensamblar piezas que formarían parte del engranaje de la maquinaria del proceso de enseñanza-aprendizaje.

 

Y se ha ido. Nos lo han quitado. A golpe de resolución. Y es injusto. Dejando una cantera de maestros/as ampliamente formados en el campo de la Docencia Compartida. Algunos/as con cuatro años de experiencia como parejas pedagógicas Y a unos/as compañeros/as tutores/as que nos echarán en falta. Porque no entienden.

 

 No entienden que ya no estaremos más como parejas pedagógicas:

 

-Que el curso que viene ya no nos tendrán en el aula colaborando en el Período de Adaptación de los niños y niñas que pisarán la escuela por primera vez y que, seguramente, las familias de éstos tampoco tendrán acceso a la misma debido a la situación sanitaria, lo cual dificultará aún más este trance.

 

-Que ya no tendremos más actividades dinámicas que refuercen lo aprendido.

 

-Que no habrá más “¿Qué idea se te ocurre para afianzar este contenido? , o “¿cómo ves a X hoy tú que lo/la conoces también; estoy preocupado/a?”, o “¿qué te parece si…?”, o “¿cómo podríamos ayudar a X para que progrese?”

 

-Que no seremos los/as más idóneos/as para sustituir en caso de necesidad o para acompañar en actividades complementarias porque ya no entraremos en el aula y no conoceremos al alumnado de cada clase.

 

-Que ya no habrá el mismo apoyo para dar continuidad a las actividades interetapas que faciliten las transiciones…

 

-Que no podremos articular, desde nuestra posición, actividades que eran capaces de unificar a todo el Centro, de crear comunidad, de tender puentes y estrechar lazos, tan importantes para el alumnado y las familias, para que en ellos nazca el sentimiento de pertenencia a un grupo, a una colectividad, algo indispensable para evitar el fracaso y el abandono escolar, así como otros problemas surgidos a raíz de esta carencia.

 

Porque se reducen las plantillas. Y esto sólo puede afectar negativamente a la calidad de la educación.

 

El nuevo programa, el Programa Estela, tiene una pinta estupenda en cuanto a objetivos. Son maravillosos. Pero los requisitos para implementarlo en los Centros no son adecuados. Dependemos de que los Institutos decidan. Nos dejan a merced de decisiones ajenas. Es un jarro de agua fría.

 

Y sólo pido espacio para la reflexión. Para que se vuelva a revisar. No es una petición desmesurada. No cuando ya hay tantos Centros que se han echado atrás, no queriendo el nuevo programa en sus aulas. Siempre se pueden sopesar las decisiones y valorar otras opciones más viables. Siento que si no lo ponemos nuevamente sobre la mesa, estará abocado al fracaso. Y sería muy triste que su destino fuera ese, habiendo nacido con tan altas pretensiones.

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