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OPINIÓN. Batatero

MAGUA. Por Mare Cabrera

Conozco a un hombre que parece estar por encima del bien y del mal. No deja indiferente a nadie y, dependiendo de con quien hables sobre él, pueden decirte de lo mejor, o todo lo contrario.
Cuando una tiene 20 años cree que lo sabe todo y va con las manos llenas para dar y la cabeza con más ingenuidad que paja. Acaso puede ser lo mismo, por eso, al ver la actitud de este hombre del que les hablo, al que no le pongo edad (no quiero que peligre mi vida, es asombrosamente coqueto para declararse poco superficial), curtido en el periodismo pese a no haber ido a desaprender la profesión a la Universidad, con la opinión irónica, ganador de premios literarios y rebelde con causa, como chinija enterada y monifata, que le gusta llamarme, me pareció ver en él una actitud derrotada ante la manifiesta inutilidad del poder institucionalizado en la isla, aunque me consta que su sino y el mío van contra a la resignación.
La ingenuidad de la que les hablé me hizo tener fe, aún no sé en qué, y pensar, creer, que realmente había otra posibilidad en mi isla, había un mínimo de decencia, de moral, de ética. ¡Fundamento, coño, un pizco de fundamento! Y en lugar de hacer caso a mis mayores, cuestioné su actitud como ya dije, y es que no hay nada mejor para perderse que no tener en cuenta las señales que tan claras se nos presentan.
¿Acaso no sabía el batatero, de primera mano, cómo eran nuestros representantes fuera del escenario? ¿Acaso no ha dedicado gran parte de su vida a entrevistarlos y no ha sido espectador privilegiado de todas las idas y venidas de los partidos y sus integrantes en los últimos 30 años en Lanzarote? ¿Acaso no tiene motivos de sobra para pedir la abstención y llamar descarados sinvergüenzas a algunos de los que entrevistó durante su dilatada trayectoria? Y es que llegó al abstencionismo mediante la desilusión ante los actores de lo público, que es lo que hoy por hoy parece haberme llegado a mí.
Dejándome los ojos en el sumario del Caso Unión, en el que tantas esperanzas había puesto, del que creía iba a provocar cambios radicales, tales como los del programa de televisión americano donde la chica entra contrahecha y sale cual sílfide tetona, me entristece reconocer que aquí el único cambio ha sido el del clima, que el único despertar ciudadano ha sido el mañanero y que la única conciencia azorada ha sido…no, ninguna, aquí ni azoradas ni conciencias, que eso pesa mucho y para salir corriendo con el dinero tienes que ir ligerito. ¿Ya no nos queda capacidad de enfado a los conejeros? ¿Hemos perdido la capacidad de salir a la calle y decir ¡basta ya! porque lo hicimos una vez y no salió bien? ¿Cuándo nos dimos por vencidos?
Al final haré caso a mis mayores. Realmente, con el panorama actual no hay absolutamente nada que hacer, aparte de ir tirando, como ya no nos asusta nada pasaremos por alto la nefasta gestión que seguirá teniendo lugar en la isla. Pero una cosa sí tengo clara: no lo daré todo por perdido. Veo movimiento, gente que está creando opinión, trayendo sabia nueva a la prensa y esperemos que a las instituciones. Seremos los jóvenes, de los que nos tienen tan poca fe, los que cambiaremos el rumbo. Y es que hay que coger recortes de los mayores. Incluso en lo que nunca debemos imitarles.

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