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Responsabilidad (y lo contrario)

  • Francisco Pomares
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    Personalmente, me resulta asombrosa la incoherencia que supone señalar a los de enfrente y no a los propios cuando ambos –los de enfrente y los propios- se comportan igual, se encuentran en una situación parecida o han sido acusados de lo mismo. Lo de Patxi López considerando a Tellado sospechoso por ser citado en una conversación y aparecer en el sumario, pero no a Torres por exactamente lo mismo, resulta bastante atrabiliario.

     

    Lo mejor, cuando no se dispone de un veredicto judicial, y hay prisa por pedir responsabilidades, es ampararse en lo que es fiable y en el sentido común. Son fiables las transcripciones de las conversaciones realizadas por la Guardia Civil, al menos hasta el momento en el que los interfectos (acepción segunda, de momento) saben que están siendo grabados. Es también fiable el informe de la Audiencia de Cuentas sobre las compras de material Covid que dos auditores del PSOE y uno de Nueva Canarias –ambos partidos que formaban parte del Gobierno de Canarias- se negaron a aprobar, porque demostraba comportamientos inexplicables en la contratación. Y es fiable ese informe que fue rechazado porque –como suelen hacer los informes de la Audiencia- se basa exclusivamente en hechos y números.

     

    Lo que dicen esos hechos y números, refleja que todo el procedimiento de contratación de material se hizo mal, pero que muy mal: en una parte importante de las compras ni siquiera se justificó la tramitación de emergencia, y se compró el material sin comprobar la capacidad de los vendedores, sin exigirles solvencia económica, financiera y técnica y sin que tuvieran capacidad de contratar con la administración. Se compró material defectuoso, no se reclamó, y varios millones de euros de ese material siguen amontonados e inservibles en los sótanos de los hospitales de Canarias. Se justificaron las compras fuera de plazo, en muchos casos sin aportación de facturas, sólo con la justificación del pago al acreedor. Y más: se compró a la empresa de Koldo más que a ninguna otra, sin que se haya dado ninguna explicación de porqué se hizo así, quien lo pidió o lo aconsejó. Y sobre todo: los auditores elegidos por los partidos del Gobierno votaron en contra de un informe que demostraba que todo se había hecho mal y consiguieron paralizarlo. Y aún no se ha dado tampoco ninguna explicación de por qué votaron en contra. Ninguna. Ni de por qué la inmensa mayoría de las compras auditadas –la Audiencia no logró acceder ni al 20 por ciento- fueron irregulares, fraudulentas o incluso una pura estafa.

     

    En política, uno da explicaciones cuando cree que debe darlas. Pero comparecer ante los medios para decir que todo se ha hecho bien, no es dar una explicación. Es dar una opinión. Es perfectamente respetable, pero no deben confundirse ambas cosas.

     

    Es verdad que hay enormes diferencias entre ser un ladrón y ser un vago, un mal gestor o un político incompetente. Igual que la hay entre la responsabilidad penal y la política. La responsabilidad penal la dirimen los jueces, en procesos que establecen mecanismos y garantías y se ajustan a las leyes. La responsabilidad política es más compleja de determinar: no existe un mecanismo para medir la responsabilidad política, ni qué debe hacerse cuando alguien reconoce ser políticamente responsable de un error, o incluso de un desastre. Tampoco existe un manual que explique cómo actuar cuando se asume la responsabilidad política de algo. Antes se pensaba que hacerlo implicaba dimitir. Hoy uno no para de escuchar a gente que dice que asume lo que haya que asumir, pero lo de dimitir ni se les pasa por la cabeza.

     

    También es demasiado frecuente escuchar a los adversarios exigir responsabilidades sin dar tregua. Sin esperar siquiera a que haya indicios aplastantes de que algo se ha hecho mal. Por ejemplo: al margen de que Ábalos se beneficiara (o no) de la trama Koldo (estoy convencido de que sí lo hizo) se le puede exigir –lo hizo el PSOE- responsabilidad política por su estrecha relación con él. Pero resulta chocante que no asuman la misma responsabilidad que exigen, quienes -como Santos Cerdán o Pedro Sánchez- también tuvieron estrechas relaciones con Koldo el figura.

     

    En fin, que es complejo lo de fijar el alcance de la responsabilidad política. Al no responder su delimitación a un procedimiento reglado y medible, sino al equilibrio de fuerzas, a la presión de una opinión pública manejable, y al ruido mediático, la exigencia de responsabilidad política puede convertirse en un mero recurso político, al que se le pone enjundia y mucho cuento, pero no forma parte de la realidad de los hechos, sino de su presentación.

     

    Dicho lo cual, yo sigo esperando explicaciones a todo lo que se va sabiendo. No darlas es pura irresponsabilidad.

     

     

     

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