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Solo los angelitos de Machin son buenos


Por Alex Solar

 

El crimen de Almería y sus horrendos detalles ha sido “paladeado” incesantemente por los sufridos espectadores de los medios informativos urbi et orbi. Desde Republica Dominicana, mi corresponsal amistosa, la periodista Yaniris López, del Listín Diario de Santo Domingo, me contesta unas certeraslíneas que me atrevo a reproducir aquí : “Ay, aquí estamos todos tristes. Da igual quién lo haya hecho de dónde sea o su color de piel. Pobre familia. Ese caso nos invita a mirarnos en el espejo que tenemos enfrente, en la frontera. La diferencia es que aquí nos enfrentamos dos países pobres (pobreza de todo tipo). Pero que ocurra en un país que nos lleva años luces da más pena porque queda en evidencia lo que realmente piensan del resto del mundo y especialmente de países como el nuestro”. Era , para que se comprenda mejor el sentido de sus palabras, la respuesta a un correo mío en el que le manifestaba mi desagrado ante el tratamiento informativo del suceso y ante la ola de racismo y xenofobia desatada en las redes sociales.


No era la primera vez que esta periodista, que lleva un blog que destaca la naturaleza hermosa y las cosas positivas que encuentra en su isla (y que ha recibido reconocimientos por esta labor) me refiere distorsiones de imagen que afectan a su país en nuestros diálogos por Internet. En una ocasión, hablamos de una conocida ONG que se ha visto últimamente envuelta en un sonado escándalo. Esta organización, que publicaba informes y artículos difundidos en la prensa española, según le habían confiado sus propios integrantes en República Dominicana, tenía la necesidad de justificar su misión de esta manera para mantener activos sus programas. El único “pero” es que para hacerlo incurrían en inexactitudes como señalar como “campamentos haitianos” a simples bateyes (asentamientos agrícolas de campesinos que trabajan en las explotaciones azucareras) y dar datos de pobreza y marginalidad sin ningún rigor ni base en las estadísticas reales. No pretende mi amiga periodista negar la realidad de su país, desde luego. Hay profundas desigualdades, corrupción (como en todas partes) , pero de allí a decir, como se ha afirmado que “hay más galleras que escuelas”, hay un trecho para llegar a la verdad de un país que permanece desconocido más allá del turismo y los reportajes sensacionalistas.


Puro amarillismo, por cierto, es todo lo que ha rodeado al asunto al que me refería al principio. La “negra malvada” se ha erigido en el rostro negativo de la inmigración, lo mismo que los manteros de Lavapiés. Es fácil ser buena persona cuando la suerte te sonríe o ser un inmigrante “bueno” cuando, como en mi caso, se llega con un bagaje cultural que permite desempeñarse mejor, más aún si uno puede “asimilarse” sin ser segregado por el color de su piel o por su acento.


No soy imparcial en estos temas. Mi pareja, originaria de República Dominicana, ha debido soportar la explotación laboral y el racismo desde su llegada al país con un contrato de trabajo. En una ocasión, estando al cuidado de un menor, éste le propinó un golpe con un bate de béisbol en pleno rostro. No se atrevió a decírselo a sus padres y prefirió que su familia pensara que había sido yo el autor de la lesión. Siendo operaria de una lavandería industrial fue estafada por la empresa, que la obligó a firmar un finiquito fraudulento.


En fin, los únicos “negritos buenos” parece que son los angelitos de Machín y los que ganan medallas deportivas, en “este país de todos los demonios”, que decía el poeta.

 

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