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Demagogia de las verbenas de Famara

 

Malos tiempos, campaña electoral por medio, para hablar de un asunto que necesita calma y reflexión. Nos referimos a la polémica surgida tras la idea del Ayuntamiento de Teguise de sustituir la “gran verbena de las fiestas de Famara” del muellito por una actuación parrandera e incluso prohibir la llamada “verbena alternativa” que concentra a miles de jóvenes en los últimos años. La autoridades de Teguise llevan años preocupadas por el desarrollo de los días fuertes de la fiestas de Famara, sobre todo las noches del viernes y sábado, por la cantidad de gente que acude, especialmente jóvenes de Lanzarote, algunos hasta menores de edad que están hasta altas horas de la madrugada. El problema que tiene el Ayuntamiento es que la Junta de Seguridad, encargada de realizar el plan de seguridad de las fiestas, aconseja al alcalde de Teguise tomar medidas drásticas porque entiende que ha sido casi un milagro que no haya ocurrido nada grave hasta el momento. Que no haya ocurrido no significa que no pueda ocurrir. Lo cierto es que en la noche del sábado pueden concentrarse más de 20.000 personas en el pequeño pueblo costero lanzaroteño. El 70% de los que acuden a esa fiesta tienen menos de 35 años (una gran mayoría entre 15 y 20 añitos), muchos de ellos con litros de bebidas con alcohol corriendo por las venas, cierto que, por desgracia, un escenario que cada vez se reproduce más en las fiestas tradicionales de Canarias y de todo el Estado español.

 

Morir de éxito

 

Todo el mundo coincide que las fiestas de Famara han perdido ese sabor familiar con el que nacieron en los años 70 y 80. Se ha convertido es una fiesta de verano al uso con la contradicción que tiene la modernidad de ir a buscar la tranquilidad y un espacio singular para luego matarlo de éxito. Y eso es lo que le está ocurriendo a las fiestas de Famara, que de tan singular (ir descalzos se convirtió en una distinción, para que vean hasta donde llega el insulto a la pobreza) ha pasado a ser una macrofiesta al uso donde el rey es el botellón. Pero más que por aspectos sociales, la suspensión de la verbena nocturna del muelle del sábado se hace por cuestiones de seguridad. Los responsables de la Junta de Seguridad dudan firmar un plan de seguridad para las fiestas si no se adoptan medidas (complicar el disfrute) que disuadan a mucha gente para acudir a las fiestas el sábado noche. No sabemos si lo conseguirán (es cierto que una noche de parranda espanta a cualquiera, sobre todo a los más jóvenes), pero conociendo como conocemos al personal de la isla me da que incluso la polémica desatada va a conseguir que el efecto llamada sea mayor. No hay nada mejor para “vender algo” que prohibir su venta. En cualquier caso, ya vemos a algunos partidos de la oposición aprovechando la cercanía de las elecciones para sacar unos votitos o dañar a Coalición Canaria, por aquello de que a río revuelto, ganancias de pescadores. Lo malo es que a veces pescar a ciegas es un riesgo y no es la primera vez que en lugar de un pescado saca uno un trapo sucio. O simplemente que se les vuelva en contra. Los socialistas, que no pierden ripio, quieren defender “a los jóvenes”, pero no saben que sus votantes son mayoritariamente personas de más de 40 años, que son los que defienden un cambio en las fiestas hartos del botellón. Los jóvenes, o no votan o lo hacen al de la coleta, por aquello de cuanto peor mejor.

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