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Mi noche de Champions

 

 

Guillermo Uruñuela

 

Llegamos apurados y los jugadores estarán ya seguramente listos para saltar al verde. Aparco el coche y apresurado bajo a los retoños del coche antes de llamar repetidamente a la puerta. Yolanda tarda más de lo que debería o de lo que a mí me hubiese gustado. Comienzo a inquietarme y pienso en las cuatro mil quinientas escaleras que tendrá que sortear y me tranquilizo parcialmente. Tampoco es necesario perder a la suegra por el camino.

 

Por fin abre y me dirijo al piso superior donde se encuentra la televisión. En ese momento no hay nadie en casa y me veo sólo ante un televisor más o menos del tamaño de mi coche. Algo que dice bastante del artilugio... y de mi coche. Cuando uno no tiene canales de pago se las ingenia para poder ver el fútbol y aquella, con dos renacuajos, era la opción menos mala.

 

-Bien. Por fin un buen partido que echarme a la cara- pienso inocente.

 

En primer lugar tomo el mando y lo más parecido en él a un botón es una especie de ruleta táctil que no se muy bien cómo funciona. Intento encontrar algo que me sirva para encender la televisión pero ahí me encontré ya con la primera traba que sortear. Tardé diez minutos aproximadamente en ver una imagen.

 

Con cierta dosis de orgullo y mirando alrededor para cerciorarme de que nadie había  visualizado semejante estampa, ridícula hasta decir basta, continué. Algo me saltó al ojo en forma de logo de Play Station y me preguntaba algo así como que si quería continuar. - Evidentemente no; sólo quiero ver el partido -recapacité internamente.

 

Tras quitar aquello apareció un menú desplegable con Youtube, Netflix, Facebook y la madre que me parió en una pantalla que se preocupaba por saber qué pretendía hacer. Entonces escuché un grito de los vecinos -¡¡gol!!- y me di cuenta que me había perdido ya el primero. Estaríamos más o menos en el minuto 20.

 

En esas sube mi suegra y decide echarme una mano al ver mi cara compungida, a caballo entre la vergüenza y el cabrero inminente. Llamo a mi cuñado a ver si era capaz de indicarme por teléfono los pasos para ver la Champions. En ese momento con ver TVE ya casi que me conformaba.

 

Me explicó el cambio del cable HDMI del router al de la Play pasando por la tele y ahí me encontraba con el culo en pompa en la cara de mi suegra, sujetando el móvil con el hombro y cambiando cables como un desquiciado.

 

Por fin conseguí ver la tele. Pero no el fútbol. Aterricé en el canal 4001 y barajé la posibilidad de pasar uno a uno hasta que llegase al partido. Pensé que sería la mejor opción. Cuando me di cuenta llevaba ya unos 70 canales y sólo veía películas de estreno, cartelera, publicidad de próximas emisiones, trailers y demás. Minuto 40 de partido.

 

 

Entonces llegó mi cuñado, entró en un menú escondido, pulsó esa rueda misteriosa y aparecieron varios tipos corriendo en un campo. Descanso. Pocos minutos después apareció mi mujer que llegaba del trabajo y al ver a los niños en casa de sus padres a esas horas me dijo -Guille, venga nos vamos que es tarde y mañana hay cole- y así acabó mi noche de      1QA Champions.

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