PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD

Reutilizar es tendencia

Myriam Ybot

 

 

Entre otros muchos tesoros ocultos, deslucidos, a veces algo decadentes, Arrecife esconde en uno de sus rincones una tiendita de ropa de segunda mano más propia de Ámsterdam o del Soho londinense que de la capital conejera. La gestiona una oenegé, que recoge las prendas donadas, las clasifica y las envía al local para su venta.

 

Su ubicación, entre los bares de la plaza de Las Palmas, la convierte en visita obligada para muchos cruceristas, quienes, pese a haber gastado cantidades desorbitadas en sus vacaciones, no dudan en repasar los percheros pieza a pieza en busca de marcas de franquicias españolas de fama internacional, en perfecto estado de revista (de moda).

 

La creciente eclosión de la ética social y ambiental tiene mucho que ver con la normalización de esta práctica, todavía bajo sospecha en Lanzarote. Afrontémoslo: la ropa compite con el plástico para el podio de los residuos urbanos. En 2017 más de 900.000 toneladas de prendas usadas acabaron en vertederos, un 90 por ciento del total confeccionado, frente al diez que se recicla. La nueva oferta textil, asequible y barata, alimenta la adicción a la fast fashion y ha duplicado la producción mundial respecto a 15 años atrás.

 

Pero en la tiendita del centro arrecifeño, aún es mayoría la clientela que no sabe de la economía circular pero sí de la doméstica, que la que aprieta el cinturón y no llega a fin de mes. De la que obliga a buscar los uniformes escolares, un vestido de comunión o un abrigo calentito entre las estanterías de donaciones. Luego, el bolsillo no duele tanto: de 50 céntimos a los ocho euros de algunas piezas raras y especiales.

 

El resultado es un babel de idiomas, orígenes y objetivos que vuelve a trasladarnos a cualquier capital europea de sociedad avanzada y ambiente cosmopolita. Raro es cruzar el umbral y no escuchar conversaciones en inglés, alemán o italiano, mezcladas con el sonoro castellano aprendido de los norteafricanos.

 

En estas fechas, las exigencias propias del Carnaval han propiciado el conocimiento de las ventajas de la segunda mano y hay quien entró a la caza de un cinturón de lentejuelas o un sombrero anticuado y salió con ropa de temporada suficiente para afrontar una crisis comercial con China.

 

Es cuestión de tiempo que las miles de prendas apenas vestidas por sus compradores originales, sean salvadas del vertedero por otras tantas personas para su reventa, reciclado, reutilización, reparación, intercambio o regalo. Se redistribuirán a través de redes sociales y aplicaciones de móvil, desde elegantísimas tiendas vintage o humildes comercios con fines benéficos. Y todas, a precios mucho más próximos al coste original de la confección que al derivado de la marca, la temporada, la moda o el consejo de la influencer de turno.

 

Comentarios (0)