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Susurros a navegantes

Francisco Pomares

 

Me cuentan que Ángel Víctor Torres pasó vergüenza ajena el otro día, con un reportaje babosón que le hicieron y le emitieron en directo, durante una entrevista suya en la tele. Le compararon con Robert Redford, en su extraordinaria película El hombre que susurraba a los caballos, en la que Redford descubrió a una jovencísima Scarlett Johansson. Para los autores del reportaje pelotero, Torres sería "el hombre que susurra a la adversidad", una forma poco imaginativa de contarnos que el presidente tiene una extraordinaria capacidad de aguante. Y es verdad que la tiene: cuando apenas se cumple un primer año de mandato, a Torres le ha pasado absolutamente de todo, y no parece haberse rendido ante nada. A muchos puede no complacerles ese estilo suyo de aguantar siempre con un amago de sonrisa lo que le toque, sobre todo cuando lo que toca es defender en Madrid la agenda de los asuntos de Canarias, más especialmente los que tienen que ver con la financiación extra de las islas, pero siempre será mejor tener un presidente que susurre a lo Robert Redford que uno como Paulino Rivero, que devoraba a sus adversarios como Hannibal Lecter. Lo cierto es que por esta región han pasado presidentes de todo tipo y pelaje: desde archiduques de afilado estilo florentino, como Jerónimo Saavedra; a superheroicos capitanes de fortuna como Fernando Fernández; visires ascendidos al califato por censuras ajenas, como Lorenzo Olarte; alcaldes isloteñistas reconvertidos al nacionalismo, tal que Hermoso; tecnócratas obsesionados con la planificación como Adán; incombustibles de partido reversible como Román; o propagandistas del buen rollismo con faca, como Clavijo. Casi cuarenta años de Autonomía han dado ya para tener una cuadra propia de ex con pedigrí, suficiente para hacer las oportunas comparaciones.

 

Y me atrevo a pronosticar –sin ánimo de baba o lucro– que el de ahora no será recordado por ser de los más malos o más torpes. Es verdad que el hombre no ha tenido suerte en su mandato, ni mucho margen de maniobra para hacerse notar, porque son los suyos los que mandan allí arriba, en un tiempo en el que solo catalanes y vascos tienen derecho de pernada en el presupuesto infectado: aquí va a llegar lo que toca y ni un euro más, y ese es sin duda el primer talón de Aquiles de esta administración. Durante 2020 Torres podrá sostener los equilibrios que hacen posible su gobierno, y que se basan en no hacer recortes. A partir del próximo año, será bastante más difícil no meter tijera, y puede que las cosas se pongan crudas también en Moncloa, si Europa acaba cerrando el acuerdo con los países austeros. Segundo talón, éste de Iglesias: con la tijera desmadrada, don Pablo va a tener que disimular con algo aún más llamativo que el fin de fiesta de la Monarquía. Para el 2021, el amago republicano estará muy visto: puede no resultar bastante para frenar un cambio de socios en el Gobierno nacional. Y entonces habrá cambios también por aquí.

 

 

Quizá por eso el hombre que susurra mandó a su chico para todo –Antonio Olivera– a pasar el recado: "si los socios no están de acuerdo, lo normal es convocar elecciones", dijo ayer Olivera. Es el aviso a navegantes de Torres, pero no hay que tomárselo del todo en serio. Es solo un aviso: sin tirón nacional, ni los alcaldes moviendo votos en la campaña, convocar regionales es lo mismo que dispararse un tiro justo entre las dos orejas. Torres no va a presentarse a unas elecciones para que vote una tercera parte de los censados y perderlas. Antes negociará: de hecho, ya anda susurrando en algunas esquinas.

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