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Pregón de las Fiestas de San Roque 2016

 
Por Miguel Ángel Rodríguez 

 
Cuando me comunicaron que habían pensado en mí para ser pregonero de las fiestas de San Roque 2016 y después de las primeras dudas, llegué a la conclusión que, al igual que mis predecesores, era tarea fácil por la cantidad de vivencias, historias y emociones acumuladas. Lo difícil era armar ese puzzle y enhebrar esos recuerdos evitando que pareciera una biografía para que fuera realmente un cacho de la vida de Tinajo entre los años 60, 70, hasta nuestros días. 
 
 
Pregonar es anunciar la fiesta y vociferar los productos que llegan al pueblo, y en este caso, lo auténtico y lo original como siempre ha sido en este pueblo es la amistad, la diversión, convivencia y la fiesta. Eso es lo que grito y pido de corazón. 
 
 
Permítanme que este pregón, además de a todos ustedes, se lo dedique de forma especial a las mujeres. Tal vez porque en mi casa eran predominantemente mujeres, pude sentir y vivir su lucha, su esfuerzo, su capacidad de guía constante, las primeras que se levantaban y las últimas que se acostaban en aquellos años de miseria e injusticias y que sabían compartir los espacios de los hombres con honor y respeto, excepto el del bar. 
 
 
“Si algunos ricos supieran lo que cuesta trabajar, no abusarían del pobre ni tampoco del jornal”.
 
 
Y también se lo dedico, con carácter póstumo, a todos los nuestros amigos fallecidos que nos dejaron en el mejor momento de la vida mientras participaban en nuestras causas y proyectos. 
 
 
Emulando a Antonio Machado, mi infancia son recuerdos de una casita humilde en Yuco; con una madre siempre activa, una abuela de luto por el peso de la guerra, con manos arrugadas y corazón de ángel. Dos hermanas y el tío Pancho, callado y algo mustio hasta que entraba el vino en la garganta, pero muy trabajador. 
 
 
Recuerdo también un especiero frondoso, la pila de lavar, tres higueras, tuneras donde habíamos construido una guagua enorme y paseábamos por toda Lanzarote con la imaginación. Animales como teníamos todos los vecinos y mucha solidaridad entre el pueblo. 
 
 
Viví sin padre pues se fue hacer fortuna a Venezuela, como muchos en ese tiempo, y ya no volvió. Como dice mi madre “fortuna no se si haría, pero hijos…”. Pero no le eché de menos; la felicidad e inocencia, me alejaron de comprender la situación social, política y económica del momento. Disfrutaba de la sencilla realidad: leche de cabra recién ordeñada con gofio, la rala, la habitación grande que era cocina, dormitorio, salón de fiestas, etc. La palangana multiusos que servía para el aseo, el sancocho, la matanza… Noches a la luz de la luna o al quinqué sentados en la puerta a la que iban apareciendo los vecinos, menos los hombres que se pasaban el rato en el bar de Ramón Pérez. 
 
 
Allí, bajo las estrellas, se desgranaban historias, se inventaban murmuraciones y leyendas, se organizaba la trilla, el orden de las pionadas; en fin, toda la vida cultural y social del pueblo. Mientras tanto, yo con el concierto musical de las voces, me arrrecostaba en la falda de mi abuela y me quedaba dormido y al despertarme me encontraba en su cama de viento y colchón de paja. Y así podría contar múltiples vivencias, que me imagino, eran compartidas por la mayoría de las personas de esa época. 
 
 
Todavía resuenan en mis oídos el “tacatá” del burro que era medio de transporte más popular y barato del momento, sobre todo cuando iba con mi abuela a visitar a sus hermanas o a la molina de Tinajo a por el gofio. Me quedaba adormilado agazapado a ella, rodeándole la cintura con mis manos a lomos del burro. Y ya comencé con mis primeros amigos, travesuras, los juegos en la calle, el pastoreo de cabras en Timbayba, y la escuela con 6 años. 
 
 
Ahí empecé a perder la inocencia y un cacho de felicidad. Primero porque ante mis recelos hacía lo que significaba la escuela, por cierto, niños y niñas estábamos separados, mi madre ponía en práctica su pedagogía casera: la chola, ¡y mira que funcionaba!, salía como un tiro. También los acontecimientos propios de una nueva experiencia, el maestro con la regla, el libro, las tablas de educación física, las peloteras en los recreos, la leche en polvo y las férreas a la salida entre Yuco, Villanueva y Palacio. Estos tres núcleos, hasta bien entrado el año 70, éramos rivales en todo: lucha, fútbol, fogaleras, asaderos de piñas, carreras de bicicletas y hasta el número de cabras. 
 
 
Una de las anécdotas era que en todas las peleas estaba Manolo Tavío, el “Doraemón” al época y nosotros los “Novitas”. No separaba a taponazos o lo que agarraba. Para nosotros era el protector y todos queríamos ser su amigo. Nosotros siempre estábamos atentos (y no teníamos Whatsapp) por si algún chico de Tinajo se atrevía a entrar a La Vegueta para hincharlo a pedradas. Suponíamos que a nosotros nos harían ellos lo mismo. Pero tengo que reconocer que no, que estaban menos organizados que nosotros, o eran más educados. 
 
 
Así empezó mi relación con Tinajo, a pedradas. Bueno, y también porque mi madre cada año, desde que tengo memoria, hacía su particular camino santo, empezando con San Marcial, las Nieves, San Roque, San Ginés y acababa en Los Dolores. Claro, primero la fiesta de Regla, donde siempre estrenaba zapatitos, camisa y pantalón nuevo, que los repetía en todas esas fiestas. Yo continué ese periplo hasta los años 80 con mis amigos, más por la aventura amorosa que por devoción y eso que mi madre me contaba la vida y obra de cada santo. 
 
 
Con respecto a San Roque me decía que era un santo misericordioso y que siguió la doctrina con devoción y fuerza. También me indicó y habló del reloj solar de la iglesia, construido por un marinero de La Vegueta en 1851. Solo por ser de mi pueblo ya se me hinchaban los pulmones de orgullo. Es curioso, porque cada vez que vengo a Tinajo tengo que observar el reloj a ver si está; aún no lo entiendo, pero reconozco que es una joya. 
 
 
Me toca ir al instituto con un año de desfase para poder aprovechar los libros de mis hermanas, sin mucha ilusión, ya que mis amigos empezaban a trabajar y tener dinero y poder con las chicas. Pero se me aparecía la chola y la explicación convincente de mi madre por un lado, y mi espíritu inquieto, curioso, ávido de nuevos conocimientos por otro, me empujaron a la aventura, casi con los ojos cerrados. 
 
 
La guagua fue el lugar de encuentro, de debate, de estudio y hasta de ligues. Llegaba a La Vegueta siempre a rebosar y allí entablé amistad con los estudiantes de Tinajo, me impresionaron las chicas uniformadas, pero algo serias y meditabundas, aunque guapas la mayoría. Igual que en la escuela había un instituto de chicos y otro de chicas, solo era mixto cuando subí al Blas Cabrera a hacer COU y eso fue un gran acontecimiento. 
 
 
Cunado mi amigo Paco el de Lala sacó el carné, me llevaba en su coche y perdí el contacto de la guagua, pero me ahorré unas perritas y aún huelo a tabaco Malboro y a las canciones mexicanas. A partir de aquí mi relación con Tinajo mejora y se fortalece. Después de los 14 años La Vegueta sufre una transformación cultural a través del plantel de extensión agraria, de la mano de nuestro ya fallecido amigo Juan Lemes. Durante un tiempo La Vegueta – Yuco fue quien marcó el ritmo de la vida social y cultural de Tinajo, o eso me parecía a mí. Desde el local alquilado a don Julio Blancas, en Yuco, justo al lado de mi casa, se vertebró el pueblo a través de proyectos y actividades extensos y dinámicos, asesorados por don Juan Corchero, primero, y más tarde por Blas Bravo (que terminó siendo puntal de lucha del equipo de Tajaste). 
 
 
En este tiempo fuimos espejo y muchos jóvenes de Tinajo se acercaron a La Vegueta para participar de nuestra vida cultural. Recuerdo la Navidad tan original y participativa, los versos graciosos, los cantos muy sarcásticos y la iglesia llena de piedras y veroles. Al siguiente día siempre preguntábamos cómo salió el de Tinajo. No puedo olvidar que todos lso 25 y 31, nos despertábamos temprano los chicos y chicas del pueblo, y nos recorríamos las casas tocando villancicos y echándonos la trucha y el anís de rigor. Incluso llegamos a ir a Tinajo para tocar en la plaza. 
 
 
También organizábamos teatros, juegos de mesa, talleres de agricultura, recuperación de espacios públicos, viajes a Tenerife y la Península para intercambios con otros planteles, abrimos nuestro abanico de convivencias a través de los planteles, con jóvenes de Femés, Güime, Guatiza y Tinajo, que aunque aquí no reunían las características para crear un plantel, nosotros le insistimos a don Juan Corchero para que lo creara por la amistad que teníamos con mucha gente de Tinajo. Es verdad que no duró mucho, pero también se realizaron actividades intensas y diversas. 
 
 
En este enjambre de actos, a Juan Lemes y a un grupo entusiasta de Tinajo, se le ocurrió formar una rondalla. Allí apareció con varios instrumentos y yo me enamoré de la bandurria, aunque también me atrevía con el acordeón. A base de echar ratos, escuchar la radio y a Higinio el Tinajo con su laúd, fui aprendiendo y al poco tiempo ya tocaba en la rondalla, que por cierto el pusimos de nombre “Timbayba”. La base del baile eran las chicas y chicos de La Vegueta y alguno de Tinajo, pero el toque si era eminentemente de aquí. Como la bandurria no era mía y además me tenía las yemas de los dedos fastidiadas, le rogué a mi madre que me comprara un laúd. Con trabajos y compromiso por mi parte me lo compró y aun lo tengo. También había algún chico de Güime y Arrecife. Recuerdo a Pepe el de Amalia, o el de las castañuelas como se le conocía cariñosamente, que siempre que salíamos a actuar se quedaba con una extranjera. Cabe recordar que un día que nos tocaba actuar en Jameos, aparece delante del teleclub Juan Lemes con algunos amigos, pasados de copas, que querían ir a la actuación. Nosotros nos opusimos y él ,sin mediar palabra, cogió su timple y lo estampó en los muros del teleclub y lo destrozó. Luego siguió con una guitarra que corrió la misma suerte, al darnos cuenta de lo que estaba ocurriendo, cogimos rápidamente los instrumentos y nos montamos en la guagua y nos fuimos a hacer la actuación. Al principio nos dolió un poco pero al tiempo lo recordábamos con cariño. 
 
 
La agrupación se fue debilitando poco a poco por compromisos de los jóvenes. Más adelante se organizó una en Tinajo de la que fui partícipe de la mano de Julia Mesa y Juan José Pacheco, pero no seguí, porque me conozco y no quería ser un incordio, ya que me iba a ser difícil cumplir. Aprovecho para saludar a todos los miembros de la Agrupación Folclórica Timbayba por su labor y buen hacer en el folclore de Tinajo. Muy bonitos recuerdos también de las parrandas en los ventorrillos de Los Dolores. 
 
 
Gracias a Dios mi vida folclórica sigue en la Agrupación Folclórica Guanapay de Teguise donde he encontrado gente maravillosa y con actitud positiva, y también porque en el fondo me dejan que los mangoneé un poco. 
 
 
Nuestros inicios en el Carnaval surgieron a raíz de que un día unos amigos nos proponen a mi hermana Trini y a mí participar en la comparsa Los Cumbanceiros. Yo tocaba y ella bailaba, y además se presentaba a reina. Fue una etapa muy bonita y llega de colorido, diversión y buenas relaciones sociales que aún perduran. Solo estuvimos un año por diversas razones, pero ese gusanillo se lo trasladamos a los jóvenes, mi hermana enseñándole pasos o ritmos de baile y yo con algunos compañeros creamos el grupo de toque, y al año siguiente se fundó la murga de Los Marchosos. 
 
 
Tuvimos que ensayar en la iglesia, gracias al cura don Miguel Lantigua, porque en el teleclub la gente mayor protestaba y decían que con nuestra escandalera no podían jugar al envite ni beber tranquilos. Nos costó escritos y cabreos con el Ayuntamiento que no nos hacía caso, excepto Juan José Cabrera y Ramón Pérez “el político. Ellos decían “si se quejan actúen, no se queden en eso”. Y así fue como le plantamos la primera manifestación en la casa de Luis Perdomo. 
 
 
Después de irme a Las Palmas se logró ensayar en el teleclub, aunque poco a poco la murga fue perdiendo el carácter picarón y festivo, para hacerse más popular. Agradecer a mi amigo Nicolás, Pedro Rodríguez y Evita, por el atrevimiento de salir un año que yo no pude, al escenario de Arrecife. 
 
 
Con el tiempo transmití ese espíritu carnavalero tanto a mis hijos como a los niños de los distintos centros en los que he estado, sobre todo en Tinajo. 
 
 
En el año 91, José Cubas de Mancha Blanca me propuso que fuera director de “Los Rebuznones”, lo que acepté con sumo gusto. Él hizo las letras y yo se las arreglé y le puse música. Una de ellas habla de problemas en la iglesia y a don Adolfo el Cura no le gustó. Me pidió que la retirara y como no lo hice me denunció. No llegó a nada porque hasta al juez le hizo gracia la canción y creo que le dijo “padre, hay que perdonar a los pobres de espíritu, que estamos en Carnaval”. Mi etapa en esta murga fue muy especial y enriquecedora por el trato y el cariño que guardo de la gente y por las maravillosas anécdotas vividas. 
 
 
En paralelo a todo esto, en Tinajo seguía siendo fuente de inspiración y de entretenimiento cuatro elementos, cuatro pilares de mi relación con el pueblo: Lucha Canaria, Iglesia, Sociedad y el Cine… y por supuesto el camión de Ernesto.
 
 
“Tinajo llora caminos
con aulagas y tuneras
ya viene el camión de Ernesto
levantando polvaceras”
 
 
La lucha era mi devoción, mi profesión frustrada. En aquella época de esplendor disfruté con “El Pollo de la Vegueta”, el Ronaldo o Mesi de hoy. Quedaron campeones en la época que Ernesto era presidente y teníamos a Padilla, Matoso, Manolo el Pelú y el Pollo de la Vegueta entre otros. Esa final fue como la Champion, El Ayuntamiento organizó una excursión en guagua a la Cueva Doña Juana, en Fariones y fue hasta mi abuela.
 
 
A partir de aquí mi relación fue viva y constante. No obstante mandé poner un viaje de Jable en el terreno de mi casa al lado del plantel y allí estábamos “fijos” pegados. Yo era flaquito y así pasaba como infantil, siendo cadete, en las luchadas contra el Tinajo.
 
 
Siendo coordinador de las Escuelas de luchas del Cabildo, 1989-2002, se creó una liga femenina, entre ellos un equipo en la Vegueta, lo entrenaba Manolo Tavío y yo; y otro en la Santa, que lo llevaba Cristobal Olivero, así como el de Puerto del Carmen, que llevaba yo. En Tinajo disfruté con grandes luchadores entre ellos: Guillermole, Juan Jesús, Carmelo Guillén y tantos otros que han hecho de Tinajo un pilar por la defensa de nuestro deporte vernáculo. 
 
Un recuerdo también muy especial a Felix Morales.
 
Y en este punto quiero reivindicar una plaza que diga: Plaza de la Lucha canaria “ Pollo de la Vegueta”
 
 
Con respecto a la iglesia,  mi relación con los curas fue de amistad y cordialidad recíprocas, a pesar de lo que mi madre me contó de Don Tomás. Yo estaba ansioso por conocer cosas nuevas y aprender, y más que por la misa, vi una oportunidad para conocer chicas y tocar la guitarra en misa. Esa misa que tocamos durante mucho tiempo en la Vegueta, y aún las seguimos tocando en Guanapay.
 
 
Coralia me comprometió y yo esperaba todas las tardes de vacaciones, a que me recogiera con se Renault 4. Desesperado y ansioso miraba por la ventana hasta que oía su pita, débil y ronca y salía como una ráfaga. En Tinajo, además de cantar las misas con Sofia, Mª Isabel y demás, jugábamos en la plaza y coqueteábamos . Recuerdo que los chicos de Tiajo cantaban esta copla “ en el pueblo de Tinajo, se ha formado una laguna, donde se miran las guapas, porque fea no hay ningunas” y nosotros le contestábamos cambiando las posiciones de guapa por fea. Y se armaba la marimorena, aunque duraba poco.
 
 
Recorríamos todas las fiestas del municipio tocando, realizábamos convivencias y había tiempo de charlar y tomar impresiones con los chicos del grupo juvenil Tilama.
 
Me marcaron sobre todo Don Miguel y Pepe Isidro, aunque he tenido buenas relaciones con el resto de párrocos.
 
 
En relación con la romería de Dolores, allá por los años 70/71, a Pancho Ramos y a varios chicos de Tinajo se le ocurrió la idea de prepara una carroza para la romería representando a la Vegueta . Nos gustó la idea aunque sabíamos que ellos lo que buscaban era estar cerca de las chicas del pueblo. Así que convencimos a Nicolás Peréz y en la caja del furgón Ford, nos montamos una carreta, repleta de elementos artesanales junto al rico manjar gastronómico del momento y la bebida por supuesto. Éramos más de veinte y aún me pregunto cómo podía caber en esa tan pequeña tantos arretrancos. Así empezó en serio la romería de los Dolores, al menos para nosotros.
 
 
La Sociedad Círculo de amistad 7 de julio de Tinajo, fue el centro neurálgico de fiestas, bailes, lucha Canaria, algún pleito y la típica rivalidad por las chicas. También la de los pantalones de abanico, los zuecos y de los disfraces con las ropas de los abuelos.
 
 
Recuerdo las canciones de los Jarvac o Estrella del Sur entre otros, y las señoras sentadas alrededor del local con sus hijas al lado, que pintaban una escena muy bonita y emocionante.
 
 
Mi tío Pancho me había aconsejado que siempre llevara caramelos en el bolsillo, para invitar a las madres y así engolosinaba a la hija, a veces a pellizcones, para que saliera a bailar. Si alguna no salía siempre tenía a las chicas de la Vegueta.
 
 
Todos los años había una lucha entre el cura y la directiva, por el asunto del baile. Si salía el Santo no había baile y viceversa, sembrando la incertidumbre entre la gente del pueblo. Un año que el pueblo prefirió el baile a la procesión, el cura del cabreo puso la imagen de San Roque de cara a la pared.
 
 
También fue curioso que a los 14 años ya era mayor de edad, resulta que en una sociedad machista, sólo podían tener carnet de socio los hombres. Como en mi casa el único hombre era yo y era menor de edad, el portero Juan Duarte no dejaba entrar a mi madre y a mis hermanas, y en un rife y rafe mi madre le dice:
” Pues póngame Antonio en el carnet y ya está”. Pero Juan que era cabezudo le dijo que la solución era que hiciera socio al hijo y así fue como de golpe me convertí en mayor de edad. 
 
 
Al tiempo mi madre me contó que Juan se le declaró y como ella lo rechazó, del coraje le ponía impedimento.
 
 
Yo estaba privado por esa condición y mis amigos me preguntaban: “ ¿Y tu padre?”, yo le contestaba: “ en Venezuela a hacer fortuna”.
 
 
Lo mejor se vivía cuando acababa el baile, a las dos o tres de la mañana, porque eso de madrugar era muy raro entre nosotros. Acabamos delante de la Sociedad, en la plaza o en el bar de Pepe el de Isidoro, rematando la noche con unas copas y cantos para seducir a las chicas.
 
 
El cine, ese gran acierto de Juan Perdomo, fue el lugar de encuentro de las tardes de sábados y domingos, de las primeras escaramuzas amorosas, sobre todo al apagarse la luz; el Shhhh de Juan José, Las películas del Oeste o de Manolo Escobar, entre otras y lo más espectacular fue Julio Iglesias en directo. Verlo allí a nuestro lado sirviéndole el Whisky, manteniéndole la guitarra o la silla y nosotros con una normalidad absoluta, no era tan famoso en ese tiempo, pero es un orgullo para Tinajo haberlo tenido .
 
 
Juan Perdomo decidió poner cine especial los martes y jueves por la noche, para la gente mayor, y mi primo Kico nos llevaba gratis en la guagua redonda de madera. Así fue como mucha gente mayor como mi abuela tuvieron la oportunidad de ver aquellos bichos apuntándola como decía ella y aquellos caballos dislocados que la hacían gritar y casi salir corriendo. 
 
 
A groso modo, esa es mi relación con San Roque y Tinajo, porque es imposible contar todas las y experiencias vividas ,pero sí terminar contando que por circunstancias profesionales estuve fuera varios años y cuando volví me reactivé desde mi lugar de profesión. Sobre todo, estos últimos 25 años, en Tinajo he seguido implicado en manifestaciones deportivas, culturales y folclóricas y siempre al lado de unos jóvenes sedientos de actividad y emocionados cuando conseguían algún que otro trofeo, o simplemente superaban su marca.
 
 
En fin ya están pregonadas estas fiestas de San Roque 2016, agradecer al Señor Alcalde, a los miembros de la corporación, a la comisión de fiestas, que me dieron la oportunidad de exprimir los recuerdos y a través de un clip mental, hilvanarlos y sacarlos como una madeja de hilos. También a mi madre, a mi familia, a mis hijos, a mi mujer, a todos los amigos, que han hecho posible, que pueda contar estas vivencias, en complicidad con ellos, y a todos ustedes por escuchar y convertir este acto en un brindis de amistad , cordialidad y cariño. 
 
 
Quiero hacer también un reconocimiento a la juventud incansable de Tinajo a su capacidad de reactivar el optimismo en una época pobre de facilidades; su afán de organizar, liderar, participar y ser cómplice del cambio social y cultural de este pueblo. Para ello propongo, si lo tiene a bien la corporación , que unas de las calles de este pueblo se llame la “juventud de Tinajo”.
 
 
Mil gracias por la atención prestada, y hagamos buen uso de estos festejos como hicieron nuestros abuelos y abuelas. 
 
¡¡ VIVA SAN ROQUE!!
 
¡¡VIVA TINAJO!!
 

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