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8 M ¿Por qué nos siguen matando?

Mar Arias Couce

 

Escuche el audio leído por su autora.

 

 

 

 

A las mujeres, al menos a las de mi generación, aunque mucho me temo que la cosa no ha cambiado demasiado, nos han educado para tener cuidado cuando vamos solas por la calle. Hemos crecido teniendo claro que, si es de noche y vas sola hay que apurar el paso. Dicho de otra manera, nos han educado para tener claro que somos víctimas potenciales de posibles depredadores. ¿Por qué?

 

Lo cierto es que la pregunta no tiene ni una sola respuesta lógica. Hace treinta o cuarenta años la sociedad española, y la de medio mundo, era muy machista, pero en nuestros días, por fortuna, la cosa ha cambiado bastante, y aunque sigue habiendo machismo, eso es innegable, por suerte, nuestros hijos, en su mayor parte, ya no son así. Mucho han luchado nuestras madres y nuestras abuelas para conseguirlo. Se presupone que nuestros vástagos han crecido en familias que funcionaban de otra manera. Familias del siglo XXI. Y sin embargo…

 

Sin embargo, el número de maltratos no se ha reducido, ni el de mujeres muertas. Los chicos de los institutos siguen haciendo cosas tan absurdas como tratar de controlar el móvil de sus parejas. Criticar la ropa que llevan o decidir con quién hablan… ¿qué ha pasado? ¿Qué hemos hecho mal? ¿Qué se ha torcido en este recorrido de buenas intenciones que supuestamente todos llevábamos?

 

Hace no mucho tiempo nos teníamos que enfrentar a un caso tan escalofriante como el de Romina, la joven venezolana que murió asesinada a manos de su marido. ¿Qué le hacer creer a una persona, a un hombre joven, educado y, en teoría, socializado, que tiene poder sobre la vida de otra? ¿Que puede decirle con quién tiene que ir o a quién debe ver?

 

Lo lógico es que, si dejas de querer a alguien, o si no te gusta cómo es o las cosas que hace, te separes. Cada uno por su lado, y aquí paz y después, gloria. Eso es lo lógico, pero volvemos a celebrar un 8 M con cifras espeluznantes y con mujeres que salen a las calles a suplicar que no las maten.

 

Por mucho que avancemos, por mucho que cada vez haya más féminas capaces de romper el tremendo techo de cristal que nos ha impuesto la historia, nunca seremos iguales si seguimos muriendo a manos de esas bestias que se erigen en dioses.

 

Siempre he creído que la base está en la educación, que un chico que crece en una familia que le aporta los valores necesarios, nunca haría algo así, pero, por desgracia, la realidad se empeña en contradecirme y mostrarme casos que no tienen explicación. Y esos casos, destrozan el equilibrio.

 

Las mujeres queremos igualdad, no queremos estar por encima de nadie, pero tampoco por debajo. No es un ataque a los hombres. Es autodefensa. No creo que sea mucho pedir. Pero, sobre todo, las mujeres no queremos seguir formando parte de las estadísticas de maltrato y asesinato. No queremos ser parte de la violencia vicaria que se ejerce contra los niños. No queremos que nos sigan matando.

 

Yo creo que la mayor parte de los hombres que lean esta columna, lo entenderán. Las mujeres, seguro, les va la vida en ello.

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