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La próxima de Alberto Rodríguez

 

Francisco Pomares

 

 

Alberto Rodríguez va por la vida de pibe humilde, dispuesto a ayudar a cualquier viejita que se encuentre por la calle, y que trata a todo el mundo (menos a los policías) con exquisita cortesía. Pero no es precisamente un dechado de coherencia el hombre, demasiado ego, quizá. Como ya saben, hace unos pocos días, el Tribunal Constitucional le amparó ante la condena del Supremo por patear a un policía en una manifestación, hace ya muchos años.

 

El Constitucional anuló la pena de un mes y 15 días de prisión, con la accesoria de inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo, dictada por el Supremo. Es cierto que no cuestionó que la agresión se produjo, pero sí consideró excesiva la pena. De acuerdo con el Tribunal de Garantías, el fundador de Drago sólo debería haber sido castigado con la multa, no con prisión. Considera el tribunal –como algunos dijimos ante la sentencia del Supremo- que la pérdida de escaño aplicada por Meritxell Batet supuso “un desproporcionado sacrificio” que atenta contra el derecho fundamental a la representación política.

 

Como dato a analizar, esta ha sido la primera vez que una sentencia del Constitucional modifica la pena que debe imponerse a un condenado. Hasta ahora, el Constitucional había considerado en todas sus sentencias que no se puede cambiar la redacción de un fallo al estimar una demanda de amparo. Siempre que se ha anulado una condena, se ha instado al órgano judicial que la dictó para que se redacte otra donde se respete el derecho fundamental vulnerado. No existen precedentes en la jurisprudencia constitucional de una sentencia parecida. Y lo curioso es que se trata más de una cuestión de fuero que de huevo: en la práctica, la decisión del tribunal no modifica absolutamente nada, solo deja claro que la pena impuesta por el Supremo tuvo consecuencias desproporcionadas, pero evitando señalar a la expresidenta del Congreso, la señora Batet, que fue quien en última instancia decidió la retirada del escaño del entonces diputado podemita. Alberto Rodríguez fue privado de su acta sin razón, dice el Constitucional. Pero no lo ha recuperado, ni se señala reparación de ese hecho, ni se censura a quienes hicieran que perdiera el escaño. Estamos, a mi juicio, ante una Justicia poco justa, que –como mucho- permite una reclamación económica por el lucro cesante producido a Rodríguez.  No resulta nada edificante.

 

Tampoco la reacción de don Alberto ha sido singularmente ejemplar: ha reaccionado ante el apoyo a la sentencia del Constitucional de sus colegas de Podemos y Sumar, acusándoles de no haberle defendido lo suficiente, de haberse precipitado para ocupar su escaño desierto. Eso no es cierto. Quizá Rodríguez esperaba que Podemos rompiera el Gobierno de Coalición por salvar su trasero. Y luego está lo de Sumar: debería meditar un poco lo que dice, porque cuando la presidenta Batet impuso a sus servicios jurídicos el criterio de dejarle sin escaño, Sumar ni siquiera existía aún. ¿Se refería quizá a la inacción de Yolanda Díaz en su defensa? Pues tampoco parece muy coherente, después de los besos y arrumacos que intercambiaron cuando la vice vino por Canarias a aplaudir el acuerdo de Sumar y Drago para presentarse a las elecciones, un acuerdo que no logró convertir en diputado a don Alberto, pero sí a su antigua compañera Noemí Santana.

 

El cabreo de Rodríguez es lógico: le quitaron el escaño y no lo ha recuperado. Pero ya digo que acusar a los que antes eran sus colegas y hoy han dejado de serlo no casa con la intención de Drago de acudir nuevamente a las elecciones europeas en la candidatura verde de Sumar, en la que –por cierto- Drago podría coincidir también con Nueva Canarias. Están las cosas de tal forma que aquí nadie quiere desperdiciar ni un voto: Nueva Canarias no lo pedirá como otras veces para el PSOE, mucho menos para Coalición, y lo que se dice por ahí es que podría sumar los suyos a los de la izquierda no socialista, no tanto porque le preocupen los resultados de las Europeas, como por adelantar una alianza electoral con Drago, un partido que prefirió favorecer un acuerdo entre el PSOE y Coalición en La Laguna que dar sus votos para sostener la alcaldía de Luis Yeray Gutiérrez. Un partido que puede llegar a convertirse –por fin- en la muy ansiada pata tinerfeña que le falta a los canaristas para que quien encabece la lista regional al Parlamento jamás vuelva a quedarse colgado como le ocurrió a Román Rodríguez.

 

¿Especulaciones? Es probable. No tanto porque no sea exactamente esto lo que se pergeña en Drago y Nueva Canarias a día de hoy. Más bien porque las elecciones regionales están aún a años luz, y para entonces puede ocurrir literalmente cualquier cosa…      

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