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Los eruditos y sus fracasos

Guillermo Uruñuela

 

Tengo en mis manos una novela que adquirí hace un mes en una tienda de segunda mano en Lanzarote. “Número cero”; así se titula esta obra de Umberto Eco. Estaba en un avión rumbo a La Palma cuando en una de sus páginas leí un párrafo que me hizo reflexionar al instante. “Los perdedores y los autodidactas siempre saben mucho más que los ganadores. Si quieres ganar, tienes que concentrarte en un solo objetivo, y más te vale no perder el tiempo en saber más: el placer de la erudición está reservado a los perdedores”.

 

Es complicado expresar algo con tanta nitidez utilizando para ello sólo un par de frases. La erudición está destinada a los fracasados. Cuanto más sabe uno es que peor le han ido las cosas. Y parece un mensaje contradictorio porque, en principio, el conocimiento siempre se asume como algo positivo que enriquece a la persona y la prepara para la vida. Pero tiene miga esta aseveración de Eco.

 

En esta ocasión, hablaré de mí porque he seguido de cerca toda mi trayectoria. He estado presente en todos y cada uno de mis días, y el día que no lo esté, es que no me quedarán más días.

 

Cuando estudiaba en Madrid también, simultáneamente, jugaba al fútbol. De vez en cuando escribía en periódicos de manera altruista. Tuve la fea costumbre de comenzar a publicar artículos con quince años en mi Avilés natal y desde entonces he seguido tecleando disparates, muchos de ellos, sin ningún acierto. La verdad es que le daba patadas a la pelota de una manera más o menos destacada y en las aulas no me iba del todo mal. Nunca fui un mal estudiante. Diría que mi media era “Notable” en la criba preuniversitaria. Esa misma nota, aplicada al fútbol, era ligeramente superior pero nunca llegó al sobresaliente seguramente.

 

Entonces, una mañana, hablando con los compañeros del vestuario me comentaban que tenía muchas alternativas en la vida y que si no me iba bien en el campo de juego siempre tendría los estudios. Al día siguiente, en otra charla, pero en este caso con compañeros de clase, me dijeron que tenía más posibilidad que ellos porque si no iba bien la cosa en el mundo de la comunicación, me quedaría el fútbol.

 

En ese punto de mi vida entrené, sin ser consciente de ello, peor que otros que tenían el foco única y exclusivamente puesto en el cuero esférico y estudié menos que mi compañero de pupitre. Y recordé esta etapa de mi vida leyendo a Umberto Eco porque tiene toda la razón. Recuerda, “la erudición está reservada para los perdedores”. Si quieren ser buenos en algo, métanse de lleno a por ello. Todo lo demás sólo serán distracciones en su camino. Creo que es un buen consejo que podemos ofrecer a alguien que esté construyendo su futuro.

 

Un día pensé que sería un jugador profesional de fútbol y a su vez un brillante escritor de novelas que en sus tiempos muertos trabajaría de periodista. Pero ahora comprendo que es algo utópico. Por eso no existen futbolistas que destaquen por su intelecto ni escritores que se puedan vestir de corto sin hacer el ridículo.

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