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Una foto con Francisco

Francisco Pomares

 

Yolanda Díaz anunció ayer que el 2 de febrero volverá a Roma a reunirse con Francisco Superstar. El 2 de febrero empiezan las elecciones gallegas, pero es poco probable que doña Yolanda vaya a pedirle al Papa un milagro, porque al mismo tiempo que ha anunciado su visita, ha aclarado urbi et orbi que ella no es creyente. Como si al urbi o al orbi le interesara una higa lo que doña Yolanda crea en su íntima intimidad. Uno se pregunta a qué va una persona no creyente a reunirse con el Papa por segunda vez, y la vice Yoli nos lo aclara: va a verse con el obispo de Roma porque está muy contenta de que bendiga las relaciones homosexuales, y porque el Papa está a favor de adoptar medidas contra el calentamiento global. En realidad, yo también comparto con doña Yoli y con el Papa esas ideas, pero la vice no se ha invitado nunca a verme, ni a mí se me pasa por la cabeza pasarme por el Vaticano. Millones de personas están a favor de acabar con la discriminación y frenar el calentamiento, y nadie va a hacerle al Papa una visita por eso. A Francisco lo van a ver por sacarse una foto, porque el Papa –este Papa- se ha convertido (no sé si a su pesar o por decisión propia, tengo mis dudas) en una suerte de Woitjila de la zurda, excepto cuando gobernaba la Junta militar en Argentina, que era más bien un prudente rezador.

 

La cosa es que a Francisco ahora quiere verlo todo el mundo, como si fuera Madonna o Michael Jackson, una estrella pop. Hasta quiere verlo Milei, que después de ponerle en campaña mismamente a los pies de los caballos, ha descubierto ahora que es muy devoto de Su Santidad (otro milagro franciscano, el de la conversión espiritual de Milei). Y quiere verlo la vice, y hasta repetir, porque la vice se lo pasa pipa con mantilla, desconcertando con esa y otras glamurosas sorpresas al personal piojoso de Podemos.

 

Quiso verlo incluso Fernando Clavijo, que yo creí que lo de no perderse una sola procesión del Cristo era por ser lagunero, no por ser beato. Y Clavijo se fue a Roma (también por segunda vez, la primera hace cinco años le regaló la Historia de Canarias de Viera) con Manuel Domínguez, a contarle al Papa que los africanos no sólo ahogan sus vidas camino de Lampedusa, también en la ruta del Atlántico. Le llevó Clavijo a Francisco dos emotivas cartas de emigrantes, una de ellas firmada colectivamente por un centenar de niños, además de una primorosa reproducción en imitación japonesa de pergamino, de la bula Pastor Bonus, promulgada por Pío II treinta años antes de la conquista de Granada por sus católicas majestades, siendo titular del Obispado del Rubicón -diócesis canaria dependiente del Arzobispado sevillano- don Diego López de Illescas. Ese obispo, citado por Torriani como preso de los isleños en el episodio de la incursión en Galdar del capitán portugués Diogo da Silva, es un personaje del que se sabe más bien poco, pero la bula en cuestión, presentada tradicionalmente como posicionamiento del papado contra la esclavitud aborigen, sirvió más bien para dar al obispo poderes misionales sobre Canarias y Guinea, entre ellos –cuenta Viera- celebrar acuerdos con los indígenas de las islas aún no sometidas. En 1468, el hidalgo Diego de Herrera, conquistador y señor jurisdiccional de las islas -por casamiento con Inés Peraza-, presentó a Enrique IV las pruebas que demostraban la obediencia de las islas de Gran Canaria, Tenerife y La Palma al Señorío, firmadas por el obispo, cuando sólo habían sido conquistadas las islas de Lanzarote, Fuerteventura y El Hierro. Ese mismo año, el obispo de la Pastor Bonus presentó a la Santa Sede su renuncia, sin explicar motivo alguno. El nuevo papa, Pablo II, se la aceptó asignándole una pensión anual de la cuarta parte de las rentas obispales, que le pagó religiosamente su sucesor, Martín de Rojas, hermano de Diego de Herrera y monje jerónimo residente en Valladolid. Cosas de familia.

 

Por cierto, que la bula sí contenía un alegato en defensa de los indígenas. Se redactaban así, en correcto politiqués de la época. Pero el asunto que contaba de verdad era el otro. Si Francisco se leyó la Historia de Viera que le regaló Clavijo hace cinco años –tiempo ha tenido-, no va a tragarse la historia pía del buen pastor, que Viera nos traduce del blablablá religioso-tardomedieval al español ilustrado. Pero en estas cosas la voluntad es lo que cuenta. La voluntad y la foto, y también en eso el viaje dio para bien poco: en la tele sólo sacaron a Clavijo en un cromito de móvil. Cuando fue a ver a Francisco el entonces presidente Torres, la tele (que es la misma tele) propagandeó hasta el aturdimiento el viaje, en el que Torres iba además de comparsa. Se coló en un visiteo del CD Tenerife, que fue Paulino a pedirle a Francisco el milagro de la multiplicación de los bonus y los goles. Y llegaron los goles, no por ser socialista (el Papa). Más bien por ser argentino y muy fan de Maradona.

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