Domingo, 14 Diciembre 2025
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Por Antonio Coll

 

Todos los 25 de septiembre de cada año, se recuerda a César Manrique por parte del área de los Centros Turísticos. No tengo nada que objetar,  en este sentido, aunque me reservo mi opinión sobre la idoneidad de estos actos florales simbólicos.   Si me gustaría exponer que después de 26 años de la desaparición del artista lanzaroteño,  en un accidente de tráfico,  muy próximo a la  Fundación que lleva su nombre,  la isla de Lanzarote, en ese periodo de tiempo, aún sigue con asignaturas pendientes, prioritarias  para avanzar, en el conjunto de  un desarrollo sostenible. Acabaremos esta legislatura política, una más,  sin Plan General de Ordenación del Territorio (PIOT), sin Plan General Urbano Supletorio de Arrecife (PGUA);  sin Plan Especial de la Geria; sin una revisión actualizada del Catálogo Arquitectónico de Arrecife; sin Palacio de Congresos, prometido desde hace unos veinte años; sin infraestructuras viarias, acorde a los tiempos y crecimiento del parque móvil de la isla;  sin alternativas para el Islote del Francés; el Islote de la  Fermina, varias veces inaugurado y destruido; los planes de barrios, a paso de tortuga, sin todavía mejorar  la movilidad y bienestar mínimo  de los vecinos.  En fin,  para qué seguir.  En estos 26 años la isla ha girado en torno a conflictos judiciales, enfrentamientos continuos entre formaciones políticas, entre instituciones privadas y empresas, quiebras en entes públicos, como Inalsa, Zonzamas y los propios CACT,s, con pérdidas millonarias…Los conflictos no solo han paralizado muchos proyectos sino han creado un clima de desvinculaciones sociales y la propia imagen de Lanzarote, declarada Reserva de la Biosfera y Geoparque, por la UNESCO. Y lo peor de todo es que la persistencia de los mismos conflictos  continuará y se celebrarán las próximas elecciones en Mayo de 2019,  y de nuevo nos bombardearan con los mismos discursos y  con las mismas mentiras, pero nunca hablaran de retroceso, de fracasos. Por la experiencia, en estos 26 años,  no puedo ni siquiera pronosticar la esperanza que Lanzarote  encontrará el sendero de la estabilidad política que permita el desarrollo económico de un pueblo, en una isla  que tiene todas las potencialidades para vivir dignamente. El buen comportamiento del sector turístico ha sido el motor económico  para atenuar la perversa crisis financiera, pero volverán nuevas crisis y para enfrentarse a ella hay que construir cimientos fuertes, que posibilite las condiciones óptimas para enfrentarse y apaciguar sus negativas consecuencias.  Y no es mi propósito usar un lenguaje apocalíptico, pero Lanzarote no puede seguir cultivando inestabilidades políticas,  permanentemente,   y continuar con la ingobernanza de sus instituciones públicas que condenan a parte del pueblo a excluirse y vivir en la pobreza.  Sectores primarios como la pesca y la agricultura, tienen que potenciarse y reactivarse  desde las instituciones públicas. Al sector turístico hay que darle facilidades para potenciales inversiones y renovar plantas hoteleras envejecidas. El comercio y la restauración, son otros pilares de la economía, por eso hay que atenderle y protegerlos. La cultura, en todos sus ámbitos, necesita de dinero público para mantenerla activa y creativa.

 

Tras tres décadas y seis años, la huella de Manrique sirvió para dibujar un modelo de isla con futuro. Pero tenemos que huir de retóricas fariseas cuando hablamos de él. Manrique marcó los ejes estratégicos para lanzar a la isla al mundo. Él no necesita más reconocimiento porque está en el ADN de Lanzarote. Sus señas de identidad están implícitas en la realidad y existencia de Lanzarote. Sólo necesitamos ser capaces de abrir puertas a los cambios que necesita la isla. Dar pasos hacia adelante, pero para ello, es necesario huir de los enemigos de Lanzarote, los visibles y de  los ocultos. No digo más. 


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