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A Ricardo Pacheco y familia: el valor de un hogar

Por Antonio Coll

 

 

 “¡Sí, habrá un día en el que desaparecerá la pobreza de la faz de la tierra, en el que no habrá más hambre, ni llanto, un día en el que todos y todas tendrán una casa en la que vivir y viñas para alimentarse! Dice La Biblia.

 

Transita usted señor Ricardo Pacheco por el picón movedizo de un obsoleto Plan, redactado hace años, según su letra, para proteger el Paisaje de La Geria. Los legisladores, bien sentados en sus despachos públicos, no tuvieron la delicadeza de consultar con los verdaderos protagonistas de la zona. Además de los viticultores y bodegueros que se ven afectado por ese plan del “más allá”, también familias como la de usted se ven azotadas por imperativas normas legales y, ahora, su casa, su único hogar, heredado de sus antepasados, se la quieren derribar, sin compasión ni piedad, solo porque usted rehabilitó una vivienda en ruinas, cuando decidió regresar de Venezuela para vivir en su patria chica. Con sabiduría, usted restauró, según me dicen, con mucha exquisitez arquitectónica, la vivienda muy deteriorada por el paso de los años. En terreno de su misma propiedad, amplió unos 100 metros cuadrados, para adecuarla a una habitabilidad para usted, su esposa y dos hijos. Sencillamente, comprensible. Pero un demandante, con un rostro concreto y conocido en esta tierra y al servicio de una organización “para la defensa de la naturaleza” llamada ADENA, le denunció. Su misión, según reza en sus estatutos: “es detener la degradación ambiental del Planeta y construir un futuro en el que el ser humano viva en armonía con la naturaleza”. El subrayado es mío. Efectivamente, es lo que usted ha hecho en su propiedad. Usted ha restaurado su casa para vivir, como sus antepasados, en un lugar singular para ubicar a su familia y convertirse en un pequeño viticultor, en sus tiempos libres, en armonía con el paisaje de La Geria. Me cuentan que, en esa casa, vivieron familias enteras, que muchos niños vieron la luz y que fue traspasada a más de dos o tres generaciones, con más de doscientos años de vida.

 

Su historia, Ricardo Pacheco, ha sensibilizado a mucha buena gente de esta isla. Después de tantos años de incertidumbre y tormentos, acudiendo a los Juzgados, recibe la peor sentencia que le obliga a derribar su vivienda, construida con mucho sudor y esfuerzo, para cobijar a los suyos.

 

La incongruencia es que usted tiene licencia para construir lo que ahora quieren derribar. En su día un juez en primera instancia, dictó, acertadamente, en contra del derribo y solo le condenó penalmente y a una multa. Pero, el representante de la organización citada, que vive en Lanzarote en “armonía con la Naturaleza y fondos públicos”, recurrió la sentencia, quizás, buscando más “escarnio”, como muy apenado dice usted a este mismo diario digital. Y es que la maldad desbocada, hace mucho daño.

 

Me dicen que las alternativas son muy escasas y el derrumbe de su casa solo pende de un hilo, del demandante, si retira el recurso de la primera sentencia.

 

En Lanzarote se vive con descabelladas leyes y normas, en nombre de la equivocada defensa y protección del medio ambiente. Son “despropósitos” burocráticos que solo sirven para impedir que el hombre lanzaroteño viva en armonía con la naturaleza y su tierra. Con su tradición y origen.

 

Mucha suerte, Ricardo Pacheco y familia. Muchas veces, aparece el milagro, la esperanza, allá donde todo parecía perdido.

 

 

 

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