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A todo que NO

Mar Arias Couce

 

El negacionismo es un arte. También lo es ser odiador (hater) profesional. Se exige mucha concentración y aplicación diaria para lograr estar en contra de todo, de cualquier cosa que se presente como proyecto o iniciativa. Tanto es así que estos odiadores han trascendido el ámbito de lo público, y no contentos con oponerse a cualquier cosa que afecte a la vida de todos, se meten en las vidas privadas. Estos seres están en contra de que una señora, actriz, cantante o famosa, por el motivo que sea, adelgace, engorde o se arregle la cara. Les parece mal, estaba más guapa antes, proclaman. Están en contra de que un señor, actor, cantante o famoso cualesquiera, tome una decisión que sólo le afecta a él y a su familia… No piensa en nadie. Están en contra de los políticos, pero no de uno, por su pensamiento o ideología, de todos porque “algo malo habrán hecho”. La verdad no tiene nada que ver con estas afirmaciones categóricas, queda lógicamente al margen del modus operandi del odiador profesional.

 

Son casos paradigmáticos y dignos de estudio que cada día vemos cuando nos asomamos a las redes o a la vida, en general. Si alguien quiere hacer una obra en un lugar, saldrán los negacionistas divulgando maravillas de un terreno que hasta el momento había estado muerto de asco. Cuando la obra se suspenda por presiones, el terreno les seguirá dando lo mismo porque jamás les importó. Lo que les interesaba era hacerse oír, lo que dicen da la mismo, porque lo importante es levantar la voz y propagarla en ese altavoz gratuito y universal que permiten las nuevas tecnologías.

 

Es cierto que estas redes sociales nos igualan a todos, pero lo ideal sería que nos igualaran por arriba, es decir en lo bueno, en las virtudes y no en los defectos. Cada día me maravillan más los comentarios que hace la gente en las noticias. Hasta las más inocuas, que se yo, se inaugura una tienda en algún punto de la isla, pues habrá quien insulte al propietario porque hace no se sabe cuánto tiempo hizo algo que no fue de su gusto. Tal vez se peleó con él en clase cuando eran niños, o le robó la novia, quién sabe. Pero no solo atizan al sujeto, atizan a todo lo que se mueva en su entorno, incluido el periodista por no haber comprobado su pasado académico o lo que hace en su casa después de cenar.

 

Odiar es sencillo. Negarse a todo, por norma, también. Lo complicado es guardarte para ti todos esos pensamientos que no le hacen ningún bien a nadie, que no aportan nada a la sociedad y que solo generan negatividad. No digo yo que tengamos que estar todo el día de fiesta, ni estar de acuerdo con todo, pero, de verdad, de verdad de la buena, que lo que hagan los demás con su vida no es asunto de nadie. ¿Y si son famosos? Tampoco.

 

Ya es bastante dura la vida de uno mismo, complicada y, a ratos, agotadora, como para dedicarse a perseguir los fallos de los demás. Ahora, no les niego, que negarse a todo por norma y odiar a todo el mundo es un arte que, además, debe ser muy cansado. Debes irte a la cama reventado con todo ese intelecto y perfección que has repartido de manera inopinada. Debe ser agotador vivir diciendo a todo que NO, no les digo yo que no.

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