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Antes del primer disparo

Myriam Ybot

 

Como periodista de acción y vocación, no pertenezco al grupo de personas que gustan de linchar al mensajero a la primera de cambio. Conozco en carne propia el trabajo agotador, mal remunerado, poco valorado y en ocasiones convertido en una suerte de pluriempleo que corresponde, en las más de las ocasiones, al gremio comunicador; gente que igual escribe, que hace fotos, que maqueta la página, que vende publicidad. Y al mismo tiempo, soporta sobre sus espaldas la enorme responsabilidad de constituir ese “cuarto poder” que debe fiscalizar la actuación pública y garantizar el derecho ciudadano a la información.

 

Valoro enormemente el trabajo periodístico y a esa dignísima “canalla” que sobrevive defendiendo la independencia, el rigor y la profesionalidad del oficio pese a las presiones de sus empresas, las jornadas interminables y los límites de la autocensura que imponen las líneas editoriales que corresponden en cada caso.

 

Pero nunca podría justificar titulares o enfoques que atentan contra la dignidad de las personas, que alimentan la crispación o que solo responden a criterios de sensacionalismo y subida de las ventas o de visitas. Como dijo el reportero polaco Ryszard Kapuscinski, el deber del periodista es informar de manera que ayude a la humanidad y no fomentando el odio o la arrogancia.

 

Digo esto a tenor de lo sucedido el pasado diciembre, cuando un rotativo regional publicaba en su portada: “Subsaharianos en hotel de cuatro estrellas ante el colapso migratorio”.

 

Se dice que el papel lo aguanta todo y durante esa jornada, el periódico trasladó desde su primera página un mensaje atemorizador y de claros tintes xenófobos. Por fortuna, la versión digital fue rectificada de inmediato tras las primeras críticas por un mucho más neutral y exacto “El colapso de los centros de acogida obliga a alojar a migrantes en hoteles”.

 

Puede entenderse el impacto de una noticia de última hora sobre una plantilla extenuada, la exigencia periodística de concentrar el máximo de información en un titular de no más de diez o doce palabras y hasta la necesidad de llamar la atención lectora en la batalla diaria con la competencia.

 

Pero corresponde a las empresas de comunicación, como a las personas que generan opinión, a quienes informan, escriben, enseñan, fotografían, conferencian, educan o evangelizan en los bares comprender y defender que la única opción en nuestro mundo globalizado es la convivencia.

 

 

Fue también el maestro Kapuscinski quien aseguró: “La noticia debe servir para aumentar el conocimiento del otro, el respeto del otro. Las guerras siempre empiezan mucho antes de que se oiga el primer disparo: comienzan con un cambio del vocabulario en los medios”.

 

Exijamos el viraje del lenguaje y de los objetivos periodísticos; pero hacia posiciones de sensibilidad, concienciación y búsqueda de una mayor fraternidad humana.

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