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Casa Juanito

 Por Guillermo Uruñuela

 

 

Juan Cruces se fue. Un buen día tomó las maletas y tras más de dos décadas en Lanzarote se subió en un avión y desapareció de la isla.

 

Conocí a Juanito hace ya más de diez años. Al poco de comenzar a trabajar en la televisión, él estaba ya operativo en el medio. Con su inseparable gorra surfera, se movía de un lado para otro con el coche rotulado, trípode en mano, buscando la imagen que luego nos permitía a los demás llevar a cabo nuestro cometido. Era un tipo de pocas palabras; muy suyo, y no era sencillo ganarse su confianza ya que vivía en una especie de hermetismo social casi total. Curraba, ejecutaba y se iba a casa. O se perdía por la isla por lugares recónditos tirando fotos. Aunque creo que ya los últimos años había perdido ilusión incluso por la fotografía.

 

Él y yo durante varios años nos convertimos en una especie de equipo itinerante y compartimos más horas que palabras en aquel coche en busca de noticias. Quizá el momento de más acercamiento fue cuando a ambos nos encargaron ir a cubrir la erupción del volcán de La Palma. Allí nos fuimos los dos. Durante el primer día de grabación partimos a las seis de la mañana de Lanzarote y estuvimos hasta las tres de la madrugada del día siguiente sin parar. Luego nos sentamos y contemplamos la majestuosidad de ese espectáculo natural y, tirados en una colina con el coche aparcado en el arcén, fumamos y bebimos cervezas como buenos compinches. Recuerdo que cuando se le soltó algo la lengua me dijo con su inconfundible acento gallego; “puntal el día de mañana contaremos que nosotros estuvimos aquí”. Y se volvió a callar y a fumar su trigésimo octavo pitillo del día.

 

Juan al poco dejó de trabajar con nosotros y regresó a mi vida hace un mes a través del teléfono. “Guille, me voy de la isla. ¿Te interesa coger mi piso? La cosa está jodida por esta tierra así que me aventuré a decirle que sí. Fui a ver su casa y estaba en malas condiciones y es que Casa Juanito se había convertido en un refugio del Rock and Roll, los canutos, la cerveza y los clásicos. Me alegró verle después de tanto porque en mi vida tengo de todo menos tiempo.

 

Iván “Gillo”, lo más parecido a un colega para Juan en la isla que también es cámara, me escribió un mensaje. “Ya no habrá olas en Playa Honda, el mítico rock bar Casa Juanito cerró este pasado jueves sus puertas tras más de 17 años... fue referencia de surfetas, skaters o rockanroleros,; mucho ruido y poco surf… ahora se convertirá en la Guardería de Playa Honda”.

 

Y es que la vida de Juan y la mía en poco o nada se parecen. El piso que he cambiado por completo me representa de la misma manera que el suyo era una prolongación de su ser.  Ahora, que lo he terminado me queda aún una actuación que llevar a cabo. Voy a comprar una placa que rece en la entrada “Casa Juanito”; así cuando yo me vaya de allí , venga alguien nuevo y me pregunte si me llamo Juan, le podré contestar que no y también podré explicarle quién era Juanito. Un gallego chupado, fumador empedernido, que durante casi 20 años regentó una casa que fue referencia de surfetas, skaters, rockanroleros e incomprendidos. Mucha suerte en tu nueva vida Juanito.

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