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Con gracia, pero sin molestar  

 

Andrés Martinón

 

En un artículo reciente, el amigo Guillermo Uruñuela disertaba sobre la falta de liderazgo de algunos políticos y hacía especial alusión al presidente del gobierno español, Pedro Sánchez. Como siempre, o casi siempre, estaba de acuerdo pero me hizo pensar por qué pensaba esto sobre el mandatario español. Lo primero que constaté es que Sánchez carece de carisma o, dicho de otra manera, de cierto encanto o brillo propio.

 

Seguí indagando en qué me llevaba a pensar esto del secretario general de los socialistas y hallé la respuesta. Bueno, no la respuesta; hallé una respuesta. Y es que Pedro Sánchez carece de sentido del humor. No he visto nunca una reacción rápida de él que sorprenda; que tenga cierta picardía o un comentario sagaz en el intercambio  dialético. Es una especie de robot con un discurso bien aprendido, eso sí, y también con gran presencia física. Lo que pasa es que no creo que le siga haciendo mucha gracia de que le llamen Pedro el guapo, cosa que me imagino que a todo el mundo le gusta. Recuerdo que su ex vicepresidente del gobierno, Pablo Iglesias, destacaba la belleza de su socio, pero ya se sabe, hay amistades que más vale tenerlas lejos.

 

De los dirigentes españoles durante la democracia, en líneas generales, el sentido del humor ha brillado por su ausencia. No recuerdo a Adolfo Suárez y creo que solo Felipe González y Mariano Rajoy tenían cierta retranca y agudeza en sus comentarios. Aquí vemos que PSOE y PP tenían representantes en ambos sentidos, pues Aznar y Zapatero eran todo lo contrario, dos tipos con tan poca gracia que restaba en su haber a la hora de hablar de brillantez o de excelencia.       

 

A donde quiero ir a parar es que el sentido del humor delata también rasgos de inteligencia, de rapidez mental o de capacidad de asociación de ideas. Desconfío de la gente excesivamente seria pese a que no tengo duda de que hay mucha gente aburrida a rabiar pero con capacidades de alto nivel. Pero la seriedad, en muchas ocasiones, sirve para disfrazar o tapar otras deficiencias mientras que el sentido del humor revela seguridad.

 

Y es curioso porque hay teorías que defienden lo contrario: que el sentido del humor o ser gracioso delata debilidad. Yo creo que el sentido del humor es uno de los estadios más avanzados del ser humano y no se llega a él sin tener unas aptitudes mentales más que capacitadas. El hacer un comentario jocoso requiere una análisis de situación y una especie de rápida reflexión que necesita de un inicio, nudo y desenlace.Y, además, a todos nos gusta estar con gente divertida y que no transmita problemas o pesimismo. Ya tenemos suficientes problemas.

 

Esta teoría, la del sentido del humor y su relación con la inteligencia, la llevé hace algún tiempo a un conversación familiar y mi madre me escuchó y le pareció bien lo que decía, pero al final de mi exposición, me dio la razón pero matizó algo. Me dijo: Un rasgo de las personas inteligentes es que no molestan.   

 

Me rio ahora al pensarlo. Después de toda mi disertación, he de reconocer que le di la razón a mi madre. La gente con amplias miras no molesta; no es indiscreta, no pone en compromiso ni hace juicios impertinentes o maleducados. La gente inteligente crea la situación en la que hay comodidad y entendimiento y si tiene que actuar de esta manera, lo haría en un escenario claramente marcado para ello.

 

En definitiva, un bueno consejo: tener gracia... pero sin molestar.

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