Domingo, 14 Diciembre 2025
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Guillermo Uruñuela

 

 

Leo la prensa y escucho la radio para saber qué ha ocurrido en el Partido Popular. El final de esta historia que durante unas semanas se convirtió en un interesante  culebrón de espionaje me ha sabido a poco. La cosa informativamente quedó ahí desde que Rusia puso un pie en Ucrania.

 

Hace un mes sabíamos hasta la marca de dentífrico que utilizaba el hermano de Isabel Díaz          Ayuso y también nos ofrecían a modo documental el ascenso meteórico de García Egea dentro del frente popular. Nos mostraron dónde estudió Casado, dónde hacía botellón y cómo se perfila la barba cuidada que se gasta en estos momentos a modo hípster. Ahora sólo vemos alguna aparición de Feijóo. Y luego Putin lo eclipsó todo.

 

En cuanto a alianzas bélicas, pero de otro estilo, el mandamás ruso se ha convertido en el mejor socio seguramente del PP. Qué incoherencias tiene la vida. Vladimir empezó a soltar bombas como un cosaco en mitad de Ucrania y nadie se acordó de Ayuso y de Casado. (Eso me hace pensar que realmente no era tan importante el asunto porque como siempre digo, si la mitad de los que ostentan un cargo público se quedaran en casa, el país seguiría funcionando exactamente igual).

 

Los focos informativos se centraron en el Kremlin y todo lo que rodea al conflicto; subida del aceite de girasol incluida. Por supuesto comenzó a desgranarse los pormenores del enfrentamiento desde los orígenes del mismo, el minuto a minuto de lo que ocurre. Todo ello aderezado de reportajes, conexiones en directo, reportajes en Youtube. Hasta hemos aprendido que el presidente de la Federación de Rusia camina con la mano derecha pegada al cuerpo por unos mecanismo aprendidos en su etapa en la KGB. Curioso.

 

El caso es que nosotros, como pueblo llano, opinamos de lo que alguien decide que hay que hablar. Y en esta encrucijada introduzco la pandemia. En estos momentos la cursilada de la Incidencia Acumulada parece haber pasado a mejor vida. Ni tanto ni tan poco, supongo.

 

¿Por qué ocurre esto? Siendo periodista y ejerciendo como tal no tengo la certeza absoluta. Más bien, para ser sinceros, no tengo ni la menor idea. El análisis sosegado en base a una reflexión más profunda es demasiado lento para los tiempos que corren. Todo es inmediato. Todo es superficial. Todo está, además, adaptado a lo que la gente quiere consumir. Poco texto, mucha imagen y mucho morbo, también. La segunda duda que me surge al respecto es si los medios se han adaptado a la demanda o es la oferta la que ha adiestrado a la gente.

 


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