Viernes, 05 Diciembre 2025
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Francisco Pomares

 

Aunque es probable que nadie se lo haya recordado, Pedro Sánchez llega este agosto a La Mareta con la cartera bien cargada de asuntos canarios por resolver. Entre ellos, uno que no le cabe en el equipaje: la Agenda Canaria, el acuerdo firmado con Coalición Canaria hace dos años para sumarse a su investidura. Quizá aquí convenga recordar que los nacionalistas canarios habían apoyado previamente la investidura de Feijóo –fue el único grupo nacionalista que lo hizo- y después hicieron uno de esos driblajes tan típicos de Coalición, apoyando también la investidura de Sánchez. A cambio del solitario voto de Cristina Valido le pidieron a Sánchez lo mismo que Feijóo se había comprometido a ofrecer: el cierre de un pacto para garantizar financiación, traspasos y medidas compensatorias por la insularidad, una lista de compromisos que se bautizó con cierta pretenciosidad como ‘Agenda Canaria’ y que se ha convertido en una lista de compromisos que avanza a paso de tortuga.

 

Según el Gobierno sanchista, esa Agenda “progresa a buen ritmo”. Para Coalición, más de la mitad de lo pactado sigue sin ejecutarse, y las transferencias comprometidas —unos 800 millones de euros— no terminan de llegar. Y eso por no hablar del asunto central en el que se ha volcado el presidente Clavijo, el de solucionar el problema de los menores no acompañados cuyo amontonamiento colapsa hoy los centros de las islas. En realidad, no hay muchos motivos para la satisfacción: Coalición no puede tirar piedras contra su propio tejado, no puede reconocer la escasez de resultados prácticos de su apoyo a la continuidad de Sánchez, pero a Moncloa la agenda canaria se la trae bastante al fresco. Ellos tienen problemas serios que resolver con los catalanes de Esquerra y los de Puigdemont. Y que pagarle a Bildu la protección de María Chivite. Lo de Canarias es un asunto tan menor que dos años después de firmar con Coalición, la mesa de seguimiento de los acuerdos ni siquiera se ha convocado. Y en las islas se ha instalado la percepción de que solo se han materializado las medidas que nadie se habría atrevido a derogar: la continuidad de la bonificación al IRPF a los palmeros, el mantenimiento de las subvenciones al transporte aéreo y poco más. Todo el resto, entre la verborrea y el limbo.

 

Aún así, Sánchez dirá que su Gobierno ha cumplido más que ampliamente con su parte, y Clavijo nos recordará que la firma del acuerdo no fue un gesto simbólico, sino un contrato político con plazos y obligaciones. Pero el encuentro en la antigua villa de veraneo del rey Hussein –si de verdad se celebra- servirá para poco más que para la foto protocolaria.

 

No basta con repetir que “todo va bien” cuando casi todo lo prometido sigue en el aire. La excusa del bloqueo presupuestario no cuela más. La Agenda Canaria fue la moneda de cambio que permitió a Sánchez sumar un voto tropical a esta paniaguada legislatura. La Agenda de marras debería ser considerado por el Gobierno como un compromiso prioritario, no como un extra opcional. Porque según avanza la legislatura, con todo pendiente del hilo catalán y la desafección podemita, el Gobierno ha perdido todo interés por cumplir lo acordado.

 

Coalición tampoco va a salir indemne de esta apuesta: tras la firma, aceptada a regañadientes por sus socios de gobierno, Coalición ha optado por la paciencia estratégica, confiando en que las promesas se materialicen antes del juicio final y la resurrección de la carne. Pero cada retraso erosiona la credibilidad de Coalición como socio útil en Madrid. Si la reunión en Lanzarote no va a servir para fijar un calendario preciso y verificable para el cumplimiento de las medidas pendientes, más vale que Clavijo cumpla con la tradición y acuda con timple de regalo. La Agenda corre el riesgo de convertirse en otro ejercicio de retórica: lo que está en juego es la credibilidad política del nacionalismo. No se puede pretender que el olvido pase por cumplimiento. Si Sánchez viene a Canarias a hacer turismo y lucir su renovada falta de grasa en bañador, que no se moleste en prometer lo que no piensa cumplir, mejor se ahorra el viaje.

 

Y si Clavijo traga con otra tanda de excusas y aplazamientos, si no exige cobrar de una vez las cuentas pendientes, quedará claro que su bonita Agenda fue solo papel mojado.


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