De alerta máxima a estado de emergencia nacional

Por Antonio Coll
Pasan los días, las semanas y continuamos en Estado de Emergencia Nacional, porque el estado de alerta máxima ya convive, hace algún tiempo, entre nosotros. Lo cierto es que hay que prepararse, una vez superada la crisis sanitaria, por la anunciada grave crisis económica que según el economista, Juan Ramón Rallo: “solo se puede comparar a la posguerra mundial”.
En Canarias, según la Confederación de Empresarios (CCE), se estima unas pérdidas de 4.200 millones de euros, sólo en el sector turístico. El problema también dependerá del periodo de tiempo que dure el Estado de Alarma, ahora fijado hasta el 12 de abril, domingo de Resurrección. Aún se desconoce el impacto en los puestos de trabajo que está afectado, no solo en Turismo sino en casi todos los ámbitos de nuestra economía, a excepción de las empresas esenciales que continúan abiertas.
Yo entiendo que no es momento propicio para hablar de economía, pero que nadie dude que esta pandemia vaya a repercutir con una magnitud que se puede calificar de gravemente peligrosa. Porque mientras el Reino de España se va desangrando, expertos en economía, empresarios e investigadores- científicos, cuestionan muchas medidas y proponen ahondar más profundamente en las directrices y gestiones económicas, cara al futuro, por parte de las autoridades estatales y autonómicas. La experiencia de la crisis financiera estafa, iniciada en el 2008, ya se sabe que quebró a miles de pequeñas y medianas empresas, autónomos y millones de trabajadores fueron al paro. No obstante, la crisis que se espera, es completamente distinta y tiene todos los ingredientes de ser más letal. Y poco podemos esperar de la Unión Europea, si nos basamos en las medidas que adoptó en los países de la Eurozona, con políticas de austeridad que provocó una reducción y rentas estancadas en una abrumadora mayoría de los pobladores, sobre todo, en los países del sur, como Grecia, Italia, España, etc. El estado llamado de bienestar quedó sensiblemente afectado e incluso, ahora, lo podemos comprobar en el sistema sanitario que, lamentablemente, sus recursos se vieron reducidos, y las consecuencias, actualmente, lo estamos viviendo en directo. Comprendo por qué hace tiempo que múltiples de analistas opinaban de la degradación de la Unión Europea. Ahora, también entiendo, en parte, a los hostiles de pertenecer a la U.E. Yo solo espero que, para caminar juntos, las instituciones europeas cambien radicalmente sus políticas y avance hacia una mayor integración, porque de lo contrario, como entidad supranacional, el proyecto europeo, desaparecerá. Yo espero que no y que el gran sueño de sus fundadores se haga realidad. Por ahora, dejo al margen, la frase popular: “Árbol que crece torcido nunca su tronco endereza”. En estos momentos, la ofensiva antieuropeísta crece. Ya veremos, en un futuro inmediato.
El Coronavirus, por ahora, es el “modus operandi” de los gobiernos y es el protagonismo absoluto de la vida cotidiana. Tiempo habrá después. Desde que se declaró el Estado de Alarma o Emergencia, como mejor guste, la polución del aire, en medias y grandes urbes del Reino de España, ha descendido en más del 60% de dióxido de nitrógeno (NO2). Al menos, es un escaso efecto colateral positivo de la epidemia. Un consuelo. También cambiarán muchas políticas orientadas en una globalización sin freno y desorbitada, que puede constituir una amenaza mundial. Las bombas nucleares, el terrorismo, el deterioro climático, la inmigración y ahora, los Coronavirus, como amenaza biológica, bacteriológica y vírica, exponen al planeta llamado Tierra, en una encrucijada. Después de la pandemia, ¿habrá transformaciones? Por ahora, concluyo con una noticia positiva: En la octava isla canaria de La Graciosa, no se ha registrado ningún contagiado. Me alegro…