Destrucción mutua asegurada

Por Francisco Pomares
La política española ha acabado por desatar una guerra en la que no habrá ya prisioneros, solo cadáveres. Afortunadamente no estamos en 1936, y los muertos son solo reputacionales. La ofensiva del PP contra Pedro Sánchez por los negocios de su suegro en saunas y locales de alterne no surge por casualidad. Llega en medio del debate sobre la abolición de la prostitución, de la podredumbre moral que afecta al PSOE y al Gobierno, y justo después de que Sánchez redoblara sus ataques contra Feijóo a cuenta de su vieja amistad con el traficante Marcial Dorado. Una escaramuza de retórica basura ha terminado por convertirse en estrategia de tierra quemada: si tú hablas de mi pasado, yo hablaré del tuyo; si tú cuestionas mi moral, yo airearé la de tu familia. En las guerras donde no hay ni reglas ni límites, da igual si al final caen también los inocentes.
Esta merdé comenzó hace ya una década, cuando el comisario Villarejo fue requerido para investigar a Sabiniano Gómez, el padre de Begoña y suegro de Sánchez, al parecer por orden del Ministerio del Interior en la etapa Rajoy. Se quería encontrar material comprometedor sobre las actividades empresariales de la familia política de Sánchez en el siempre polémico y delicado sector del ocio nocturno. La investigación no arrojó ilegalidades probadas, pero sacó a la luz que el suegro había gestionado con bastante éxito saunas masculinas, locales de encuentros y un prostíbulo que, al parecer, funcionaba en un inmueble de titularidad pública. El PP ha tirado ahora de ese expediente –un secreto a voces en los ambientes políticos cortesanos– para construir una nueva ofensiva. En el Senado y el Congreso los de Feijóo registraron ayer una batería de preguntas sobre la presunta vinculación de esos negocios con MUFACE, la mutualidad de funcionarios. Reclaman documentación sobre contratos de arrendamiento de locales que habrían sido usados como pensiones por horas (un eufemismo de burdel), sus usos permitidos y la ausencia de controles. Era de esperar que ocurriera algo así después de que, en el pleno del martes, Feijóo elevara el tono: “¿De qué prostíbulos ha vivido usted, señor Sánchez?”
Los medios han recogido versiones muy diversas. Los próximos al Gobierno denuncian una operación sucia basada en hechos del pasado, sin que ninguno haya negado lo que se denuncia, como tampoco lo ha hecho Sánchez. Los medios de la fachosfera se han lanzado a investigar la existencia de un “imperio inmobiliario” surgido de las antiguas actividades en el mundo del alterne de la familia Gómez, insistiendo en el señalamiento más agresivo: que la propia Begoña se ocupaba de la contabilidad opaca de las empresas de su padre, y que el siniestro Villarejo la había identificado como el “eslabón débil” de toda la historia.
Begoña Gómez y Pedro Sánchez
Como en casi todos los asuntos en los que interviene Villarejo, es difícil saber cuál ha sido su papel: espía doble, triple o cuádruple. En algunos digitales se asegura incluso que su relación con el padre de Begoña fue cercana y fructífera, lo que explicaría las excelentes relaciones de Sabiniano con altos mandos de la Guardia Civil, y el hecho de que algunas de las actividades denunciadas –como el sexo de pago con inmigrantes jóvenes en el ático de MUFACE– no provocaran nunca intervención policial contra un negocio familiar que habría permitido comprar esa casa en Pozuelo que su padre regaló a Begoña Gómez, y en la que Sánchez vivió durante varios años, cuando ya empezaba a despuntar su carrera política. Ese, en concreto, es el beneficio del que Feijóo acusa a Sánchez.
Cabe preguntarse si el presidente tenía obligación de conocer el origen de los recursos familiares utilizados para la adquisición de la vivienda de su mujer, o para ayudar a financiar sus dos exitosas campañas de primarias. Personalmente pienso –como muchos de sus colegas– que no tenía por qué saberlo. Pero también es cierto que el PSOE ha utilizado una vara de medir distinta, cuando señala como inmoral y fraudulento el que Ayuso viva en la casa de su pareja.
Más allá de que no existen ningún procedimiento judicial abierto contra la familia Gómez, y de que esas saunas y prostíbulos fueron traspasados hace ya mucho tiempo al tío de Begoña, la consecuencia de toda esta basura supurando medias verdades y mentiras desde las redes, es un paisaje político absolutamente desolador. La vida personal y familiar queda expuesta sin certezas ni garantías. Como en el caso del traficante Dorado o del novio de Ayuso, que aparece todos los días –sin
La regeneración democrática, tantas veces invocada con la boca grande por nuestros próceres, se ha convertido en munición para la destrucción mutua asegurada, mientras la mayoría de los ciudadanos –sobre todo los que no se comprometen con ninguna verdad militante– contemplamos este bochorno con una mezcla de malsana curiosidad, estupor, hartazgo y resignación.
Porque si todos tienen inmundicia que ocultar —el padre de uno, el yate del otro, los contratos de un tercero, los negocios del cuñado— es obvio que de esta competición en el barro solo habrá perdedores.