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Echando leña al fogón

 

Por Álex Solar

 

Los niños cocineros son desde hace tiempo una gran atracción televisiva, consecuencia de esta moda gastronómica que azota a un país que, paradójicamente, tiene a 13 millones de habitantes al borde de la exclusión social y unos cuantos en la pobreza energética. No obstante, las maravillosas despensas del gran programa culinario concurso tienen la virtud de alegrar la vista, ya que no las papilas gustativas de pobres y ricos. Esas estupendas piezas de pescado y vacuno , ausentes de las mesas de tantos menesterosos, al cabo de las elaboraciones exprés quedan reducidas a tacañas raciones tipo degustación, y son celebradas o pasadas por el severo examen de los jueces ante la mirada expectante y, también muchas veces, aterrada de los nenes cocineros.

 

A mí me provocan admiración sus precoces habilidades, cómo no. Pero también mucha penita, porque a esas tiernas edades cualquier crítica o reprimenda hiere sus corazoncitos y sus orgullos incipientes. Me pregunto si fomentar tanta competitividad no es un poco cruel o si se hace con la loable intención de prepararlos para el atroz e inclemente mundo en el que vivimos (tres mil menores vagan, desamparados, por las calles de España). Estos otros niños probablemente proceden de hogares con padres acomodados, que pueden enviarlos para su entrenamiento a campamentos especializados de la misma franquicia. Pero aún siendo así, da un poco de apuro verlos sometidos a jornadas intensivas de trabajo y a estar bajo una presión sicológica fuera de lo común.

 

Está muy bien que los niños vayan a los fogones y sepan lo que cuesta un peine, es decir, un besugo o un kilo de harina (aunque parece que en esto no van muy finos, pocos supermercados visitan o no leen los precios de la compra familiar, según pudo apreciarse). Pero dan ganas de llorar con ellos, por sus ilusiones rotas y porque cuando se jubilen van a tener que conformarse con unas tristes gachas o sopa boba como no espabilen pagando un plan de pensiones.

 

Se calcula que unos 3 millones de telespectadores vieron una de las últimas entregas de Masterchef Junior en su cuarta edición a unas horas en las que, como ha señalado Compromís, no deberían emitirse programas destinados, en principio, a público infantil.Otros sectores le echan más leña al fogón de los nenes y lo acusan de promover el machismo , al vestir a los jueces varones de pilotos y a la presentadora y a la juezfemenina de azafatas, o como dijo la web Infovaticana, de fomentar “el homosexualismo” , por escoger como anfitriones al embajador americano y su marido.

 

Nunca llueve a gusto de todos en la vida ni se acierta del todo en la cocina.

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