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El balde

Myriam Ybot

Volaba hace unas semanas a la península cuando mi compañera de apreturas en la línea low cost se giró con una gran sonrisa y me soltó sin paliativos: ¡Hola! ¿Puedo hacerte la presentación de mi proyecto de la Madre Tierra?

 

No sé si fue la perspectiva de desconexión vacacional en familia, las Navidades que atizaban mi parte más vulnerable y fraternal o el hecho de que el piloto hubiera anunciado ya la maniobra de aterrizaje, lo cierto es que, después de parpadear asombrada ante el poco habitual asalto, me recosté en la butaca y le dije: Adelante.

 

Así conocí a Amelia, una lanzaroteña comprometida con el planeta hasta el punto de afrontar cada jornada el reto de acercarse a diez personas y tratar de hacerlas reflexionar sobre el daño que el ser humano inflige al medio ambiente y las desastrosas consecuencias del cambio climático sobre la vida en la Tierra.

 

Nada parecía arredrar a la impetuosa activista, que a esas primeras horas de la mañana ya había charlado con dos azafatos y otra pasajera, antes de que llegara mi turno.

 

Y me explicó que uno de los gestos de los que más nos arrepentiremos en el futuro será el del derroche de agua doméstica. Avanza expedita la desertificación, aumenta el calentamiento global y en este primer mundo seguimos pensando que, con girar una llave, se abre un caudal infinito que nunca se secará.

 

Su proyecto, en la más pura línea del piensa global, actúa local, consiste en invitar a disponer de un balde en duchas y bañeras para recoger ese agua fría que normalmente se deja correr hasta que adquiere la temperatura deseada. Luego, tan sencillo como usarla para fregar los pisos, para el inodoro, para regar las plantas... Medio cubo diario son 180 litros al mes, más de dos mil litros al año por persona, más de ocho mil litros ahorrados en un hogar medio con cuatro miembros...

 

Cruzada ya la frontera del 2020, mientras escucho el encendido debate sobre la idoneidad de una nueva Vicepresidencia de Transición ecológica, recuerdo con afecto y agradecimiento la batalla personal de esta mujer, que no se recuesta a esperar que el Gobierno, las cumbres internacionales, los grandes pensadores del Antropoceno o Greta Thunberg hagan el trabajo.

 

Amelia reúne fotos de cubos en sus correspondientes duchas y bañeras para una gran instalación de imágenes que sacuda las conciencias y consiga que miles y miles de habitantes del mundo de la opulencia comiencen a salvar ese cubo diario en beneficio de la vida futura en el planeta.

 

A mí me convenció y le prometí estas letras. Si te gusta la idea, si quieres contribuir al proyecto de la Madre Tierra de Amelia, ubica tu balde, hazle una foto y mándala a Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.  Cuesta poco y vale mucho.

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