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El batacazo

Francisco Pomares

 

 

Creo que está perfectamente claro quién ha ganado las elecciones en Madrid. Isabel Díaz Ayuso ha sacado ella sola más votos y más escaños que toda la izquierda junta. Algo imposible de entender antes del inicio de esta campaña enloquecida, crispada y polarizada hasta el paroxismo. Además, los resultados le permiten gobernar sin necesidad de formalizar un acuerdo con Vox. La ultraderecha ha consolidado sus resultados en número de diputados (uno más), mejorado en 32.000 votos, y ya roza el diez por ciento de los votantes madrileños. No parece por tanto que Ayuso haya crecido gracias al voto ultraconservador, sino al voto moderado: ha duplicado sus resultados de 2019, quedándose con medio millón de votos de Ciudadanos, y con entre seis y ocho de cada diez votos perdidos por el PSOE. Jamás se había producido un traspaso de esa envergadura entre la izquierda española y la derecha. Pero el PSOE también ha perdido en la izquierda: Más Madrid, con una candidata muy local, poco conocida antes de estas elecciones, ha logrado empatar al PSOE en número de escaños, y sobrepasarlo en más de cinco mil votos. En cuanto a Podemos, a pesar de la teatral espantada de Pablo Iglesias, incapaz de procesar el desastre que estas elecciones han supuesto para su modelo de izquierda frentista, lo cierto es que el partido morado mejoró sus resultados en 75.000 votos y tres diputados más, que no es precisamente moco de pavo. Quizá la lectura más importante que arrojan estas elecciones es que en una situación de absoluta polarización, los votantes moderados tienden a votar a quien consideran más centrado, mientras los que se sienten de izquierdas prefieren votar a los partidos más de izquierdas.

 

No es, pues, tan sorprendente que tras años de sometimiento de Pedro Sánchez a la agenda política de la izquierda comunista y del separatismo, se haya producido un gigantesco vuelco de una parte de los votantes socialistas, que entre este PSOE entregado a Podemos contra el criterio de su candidato Gabilondo (forzado a seguir la hoja de ruta de campaña marcada desde Moncloa por Iván Redondo) y el PP de Ayuso, han optado por votar a Ayuso. En cuanto a los votantes más izquierdistas del PSOE, está claro que se han apuntado a la ortodoxia podemita o al nuevo socialismo urbano, ilusionante y fresco que representa la marca de Mónica García.

 

La cosa es que el PSOE ha perdido porcentualmente en estas elecciones a un tercio de sus votantes, más de 375.000 votos, en unas elecciones en las que han participado –curiosa coincidencia– casi 375.000 electores más. Ha sido el mayor batacazo de la historia del PSOE en Madrid, y una de las más grandes derrotas sufridas por el socialismo español, desde el reajuste que supuso la irrupción de Podemos.

 

 

Pero estas elecciones no pueden leerse sólo en clave local. El Gobierno las ha presentado –machaconamente, a través de una cobertura insana de RTVE, con las mañanas dedicadas a glorificar a sus candidatos– como una primera vuelta de unas próximas elecciones generales. Los resultados no son extrapolables, ni van a contagiarse a otros territorios; lo de Madrid no tiene porqué reproducir necesariamente en el resto del país… pero es una señal clara de que el PSOE debe moderar urgentemente su relato hiperideologizado y excluyente, su política frentepopulista, sus cesiones vergonzantes al separatismo, si quiere seguir siendo el primer partido nacional y no convertirse en rehén de la izquierda y el fanatismo identitario.

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