El caso Yoné

Francisco Pomares
El diputado Yoné Caraballo es un personaje bastante especial: apasionado, algo faltón, a ratos agresivo, siempre excesivo en sus manifestaciones y opiniones, y dado a personalizar y comparar su actitud y méritos con los de los demás. Su trayectoria como diputado conejero de Nueva Canarias se ha basado en estos dos años en acusar a todo quisque de haberse pasado la pandemia tirados en el sofá y viendo series y pelis en Netflix, mientras el ejercía heroicamente su condición de sanitario, enfrentándose al peligro de morir infectado. Yoné ha repetido en una decena de sus intervenciones parlamentarias ese esquema desacreditador del trabajo de todo el mundo: los demás, refugiados en la seguridad de sus casas, él, superhéroe pandémico, al cuidado físico y mental de los enfermos de Covid en Lanzarote. En mayo de 2021, cuando aún arreciaba la muerte, dejó escrito lo que sentía realmente: “Soy enfermero de urgencias desde hace más de 15 años y he vivido numerosas situaciones traumáticas; pero hasta el momento de la pandemia, de todos estos meses que hemos vivido en tensión, nunca me había afectado tanto mi estado emocional. En la actualidad sufro de insomnio, pesadillas, sobresaltos y cuadros de depresión, muy comunes también entre mis compañeros y compañeras. Los efectos psicológicos de la pandemia se reflejan claramente entre aquellos que hemos estado lidiando contra ella”.
Yoné llegó ya al Parlamento con el discurso incorporado: lo había ensayado previamente en sus intervenciones y escritos en Lanzarote, y dejó claro nada más iniciarse la legislatura que iba a reiterarlo constantemente en la Cámara. Y lo ha hecho tantas veces que, en el Parlamento, al margen de la política de partidos, existe ya un cierto consenso por parte de sus colegas de escaño, al tomárselo un poco a guasa cada vez que vuelve con su apasionada autoadjudicación del papel de héroe, tan moralmente superior al de los vagos y maleantes que se pasaron la pandemia viendo la tele. Enfermero de profesión y diputado por Nueva Canarias, su único trabajo conocido hasta ahora en el Parlamento ha consistido en acusar a sus colegas, y a cualquier dirigente de otro partido, a cuenta de sus comportamientosevasivos y cobardes frente al Covid. Podría decirse que esa preocupación forma parte de su imaginario personal.
El viernes pasado, Yoné volvió a plantear lo de siempre, durante una comparecencia en Comisión de la consejera de Sanidad y del director del Servicio Canario de Salud, AdasatGoya, a los que reiteró su argumento: durante la pandemia, ellos se la pasaron viendo la tele, mientras él se jugaba la vida para salvar otras. Goya le contestó sin mucha metáfora: dijo que había pedido la baja dos días después de decretarse el confinamiento, por ser personal de riesgo. Sin duda, hizo bien en pedir la baja tan rápido, porque el hombre padece problemas de carácter asmático. Lo que no parece tan lógico es que cada vez que puede, insista en los riesgos corridos mientras los demás andaban a la bartola. Pero el asunto que nos ocupa no es ese, sino la petición de dimisión de Goya por parte de Nueva Canarias y algún sindicato, por “revelar datos médicos” de un empleado de la Sanidad Pública que depende de él.
Sin duda, habría sido más apropiado que el director del Servicio Canario de Salud no contestara al diputado en los términos en que lo hizo, pero la petición de dimisión por revelación de secretos se me antoja una ocurrencia, fruto del ambiente creado por la –presunta, ejem– intervención del Fiscal General del Estado en el caso del novio de Ayuso. Y es que una cosa es conspirar para revelar un secreto con animosidad y voluntad de hacer daño político a una adversaria del Gobierno, y otra repetir una noticia perfectamente conocida, publicada en reiteradas ocasiones en medios y en redes. En efecto, no es ni mucho menos la primera vez que se cuenta la rápida baja de Yoné: por si las dudas, el asunto –muy comentado en Lanzarote- fue contado en plena pandemia por el gerente del Hospital donde trabajaba Yoné, para contestar a una acusación de éste sobre la falta de Epis. El entonces gerente, José Luis Aparicio, preguntado en la Cope, dijo textualmente “ese caballero del que me habla (refiriéndose a Yoné) está de baja laboral desde casi el principio, y es probable que desde casa no vea el material que ha llegado al hospital”.
Las declaraciones en la radio de Molina (no es un adversario político de Yoné, sino su gerente en la administración de Ángel Víctor Torres) se publicaron después en todos los medios de la isla y provocaron un enorme revuelo no exento de cierta crueldad, que convirtió su rápida baja en una noticia hipercomentada y difundida. Que al señor Goya se le calentara el pico durante el debate en Comisión, y decidiera responder en el mismo terreno en el que le gusta jugar a Yoné –el de la descalificación- no supone una revelación de secreto, sino un comentario malicioso. Para revelar un secreto, es necesario que ese secreto exista. Y no hay tal, el propio Yoné publicó en su Face todos los pormenores de su baja. Lo que probablemente haya es un joven diputado que ha llegado a creerse sus propios argumentos. Ojo: no dudo que el Covid debió ser muy duro para él. Pero si lo fue, debió serlo sin salir de casa.