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El derecho a tener esperanza

Mar Arias

 

El otro día leía un comentario de alguien anónimo en las redes que decía que hablar de las posibilidades de que la economía de la isla se empieza a recuperar para el próximo octubre es dar falsas esperanzas a la gente, que hay que mirar primero que es lo que va a pasar mañana.

 

Y yo pensaba en que mañana no va a pasar nada en la economía porque, desgraciadamente, estas cosas no se recuperan a corto plazo. Y me preguntaba si dar esperanzas está mal, y lo correcto es abocar a la gente a que, como no se va a poder hacer nada ni mañana, ni pasado, se sumen en la desesperación.

 

No lo creo. Sinceramente no creo que no tengamos derecho a tener esperanzas y a elucubrar con un mañana mejor. No hay mal que cien años dure, ni quién lo pueda aguantar, dice el refranero español que sabe todo y no duda en comunicarlo.

 

Saldremos de esta, más pronto que tarde. Tocados, casi hundidos, probablemente, pero saldremos y remontaremos y creo, en mi humilde opinión, que lo único que podemos hacer hasta entonces es prepararnos para aprovechar todas y cada una de las oportunidades que se nos presenten entonces.

 

Lanzarote debe estar preparada para ofrecer lo mejor de sí misma como destino y también por qué no, ponerse las pilas y buscar otras opciones que diversifiquen la economía insular, tal y como múltiples voces han venido exigiendo. Pero será entonces el momento de prepararse para ser mejores y más competitivos, en el campo turístico y en otros muchos que puedan presentarse. Entonces, y no cuando volvamos a tener otra crisis económica encima, que la tendremos porque las crisis son cíclicas y las muy malvadas, por no decir algo peor, siempre vuelven. Y si no que se lo pregunten a nuestros padres y abuelos, que las han vivido y de todos los colores.

 

También nosotros, sin ser tan mayores llevamos unas cuantas crisis entre pecho y espalda y hay toda una generación de veinteañeros y treintañeros a los que no les han dejado sacar la cabeza para respirar porque cuando empiezan a hacerlo, se vuelven a poner las cosas mal.

 

Creo, con toda sinceridad, que si tenemos una obligación en esta vida es tratar de buscar el lado bueno de las cosas, y ofrecer, si podemos, un poco de esperanza.

 

No soy Pau Dones y no tengo la infinita capacidad de transmitir optimismo que él tenía. Tampoco soy Rosana, no soy capaz de poner de pie a un estadio entero y alegrarles el día, es más soy consciente que la alegría es un bien complejo, pero la esperanza… eso es un derecho que tenemos todos. Y sí, quiero pensar que en septiembre las cosas estarán mejor y que sabremos sacar provecho de lo aprendido… quiero agarrarme con uñas y dientes a esa esperanza, porque las otras opciones no me las quiero ni plantear.

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