Viernes, 05 Diciembre 2025
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Francisco Pomares

 

El informe de la UCO ha roto el último dique de contención que sostenía la imagen impoluta de Ángel Víctor Torres. Durante meses, el PSOE canario se aferró a un discurso cómodo pero increíble: el de un presidente honesto, engañado por sus subordinados, víctima de la astucia de Koldo García y de la ministerial picaresca de José Luis Ábalos. Pero la investigación de la Guardia Civil demuestra que aquella historia tenía más agujeros que una mascarilla defectuosa. Torres no fue espectador engañado; fue protagonista, conocedor de los contratos, de los intermediarios y del papel de su equipo en una operación que hoy apesta a corrupción institucional.

 

Canarias fue la comunidad que más dinero invirtió en comprar mascarillas durante la pandemia, como demuestra que los almacenes del Servicio Canario de Salud sigan repletos de tapabocas inservibles. Cuando se decide comprar la partida de 12 millones a la empresa de Aldama, a un precio que es casi el doble del precio de mercado del momento, como denuncian los correos de los funcionarios, Canarias dispone de mascarillas para proteger al conjunto de su población durante dos meses. Son algunas de las cosas que desvela el informe de la UCO que tan feliz, agradecido y contento parece haber dejado al expresidente regional, a juzgar por sus declaraciones.

 

Canarias fue, además de la región que más gastó, la que peor control ejerció sobre las compras. La UCO detalla llamadas, correos y reuniones que desmienten la distancia que Torres intentó marcar respecto a Koldo. Las fotos en actitud casi familiar entre ambos no son anécdotas de protocolo: son el retrato de una relación de confianza política y personal, que confirma el lenguaje tabernario de ambos, un ex portero de discoteca que dice gracietas sobre dejarse violar por el presidente si le soluciona los pagos, y un presidente que se caga en todos los santos y amenaza con cesar a una funcionaria por no resolverle a Koldo los pagos. Por cierto, que esa funcionaria, la jefa de recursos económicos de Sanidad, es la misma a la que Torres endosaría cobardemente la responsabilidad imposible de ser quien decidía las compras.

 

La verdad es muy otra: era Torres quien decidía las compras a la empresa que Ábalos y Koldo le recomendaban, y quien se ocupaba de que Aldama cobrara lo más rápido posible. A cambio, no podemos saber aún, ni quizá sepamos nunca si Torres cobró mordidas. Lo que si sabemos es que favorecía a sus colegas de partido a cambio de utilizar a Koldo como correo para llegar a Ábalos o montar reuniones de su interés, y servía sus intereses convencido –y tenía razón- de que Koldo actuaba siguiendo instrucciones del todopoderoso secretario de organización y ministro de Transportes. ¿Es posible que ignorara la intensidad del deseo de Ábalos por adjudicar contratos y licitaciones a Soluciones de Gestión? No. No lo es. Torres no es tonto de remate. Es imposible que no se diera cuenta del vínculo entre esa concreta empresa y los esfuerzos de Koldo.

 

Para proteger su comportamiento lacayuno, indigno de un presidente, Torres ha mentido hasta cinco veces, y sigue haciéndolo.

 

Mintió al negar tener un trato ‘especial’ con Koldo. Nadie se ofrece casposamente a dejarse violar sin tener una relación consolidada. Ni el animal de Koldo. Torres mintió al asegurar que jamás intervino para favorecer a ninguna empresa. Eso es lo que hace –favorecer a la empresa que representa Koldo- cuando amenaza con cesar a una funcionaria o da instrucciones a Antonio Olivera para que amenace él. Torres mintió cuando dijo “no ponerle cara” –no conocer- a Ignacio Díaz Tapia, uno de los ‘mosqueteros’ de Aldama en la operación de los PCRs, con el que se reunió en su despacho en el Parlamento de Canarias. Torres mintió de nuevo cuando aseguró –interrogado por la diputada Espino en la comisión de investigación- no tener relación ni trato con Ana María Pérez, la funcionaria que no tramita los pagos a Koldo y de la que asegura a Koldo que o paga o la cesa. Y Torres mintió, y esa es quizá la mentira que más daño ha de hacerle, al negar que se hubiera reunido jamás, jamás, jamás, con el comisionista Víctor de Aldama, una mentira que desmonta el informe de la UCO. Una mentira, por cierto, compartida con Pedro Sánchez, que también juraba no conocer a Aldama hasta que apareció posando con él en el backstage de un mitin de presentación de candidaturas del PSOE.

 

La pregunta que habría que hacerse es porqué Torres, el paternal y querido Torres, miente tanto y con tan poca fortuna. Lo hace porque él y los suyos nos han querido vender una fábula difícil de tragar, la que explica que detrás de todo lo que hicieron, no había interés ni intencionalidad alguna. Pecaron de ingenuos, dejaron a los funcionarios repartir cien millones por su cuenta, negaron cualquier vínculo con los corruptores de la trama. Pero esta historia ya no se la cree nadie: Torres nos mintió para ocultar lo que hizo. Casi siempre se miente por eso.


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