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El ministro que no fue

 

Por Francisco Pomares 

 

Pasada la resaca ministerial, con los diecisiete ya empezando a instalarse en sus despachos (hay unos cuantos que no tienen despacho pero ya se lo buscarán), uno hace sus cuentas y descubre que no hubo nada del ministro canario. Es el clásico "mucho ruido y pocas nueces" que acompaña tradicionalmente la representación de los egos locales durante el preparto ministerial.

 

En esta ocasión el plazo de exposición ha sido excepcionalmente breve, y solo dio para lucir -aparte de algún exotismo destinado a despiste- el nombre de Héctor Gómez, un "amiguísimo" de Sánchez con muchas más pretensiones que vuelo, y que ahora se promociona impertérrito para la repesca de segundos y terceros niveles.



Empezó el hombre pregonando la especie de que se le esperaba en el ministerio de Asuntos Exteriores, por eso de ser el responsable de Relaciones Internacionales de la Ejecutiva Federal del PSOE, y se quedó como pillado en falta, porque Borrell entró ya en el primer paquete y no dio tiempo ni a sostener un par de días la especulación. Ahora dicen que dice que entrará en la repesca de secretarías de Estado y direcciones generales, y es posible que así ocurra. Su relación con Sánchez no es en absoluto un invento, la ha cultivado intensamente desde el minuto uno, y ha sabido venderse a su jefe como artífice de que Canarias votara por él en la elección a la secretaría general del PSOE, frente a la candidata preferida del aparato, Susana Díaz. Su papel en aquella pelea fue sobrevalorado -por él mismo-, aunque fue capaz de hacer creer a Sánchez que resultó determinante. Lo cierto es que determinantes resultaron el grancanario Chano Franquis y el gomero (asilvestrado en La Laguna) Pedro Ramos, que aportaron sus votos cautivos y se curraron uno a uno los demás. Pero Héctor Gómez -además de un tipo muy silencioso, que cuida el uso que hace de su lengua, y elige siempre los oídos adecuados- es un experto en la propaganda de sí mismo. Concentró sus esfuerzos en Guía de Isora, donde logró para Sánchez más votos de los que su mentor municipal, el alcalde Pedro Martín, susanista convencido, consiguió para la candidata del aparato. Vendió ese triunfo heroico como una hazaña, y el día después empezó a postularse como candidato viable a la secretaría general del Partido Socialista en Canarias, y como "el favorito de Sánchez" para el cargo, título que se atribuye, y suma a su currículo académico, adornado por una diplomatura en Turismo, un grado en Derecho y una licenciatura en Ciencias del Trabajo. Otro mérito suyo es el de ser el responsable principal de la ruptura del pacto con Coalición Canaria, y de la voladura política de Patricia Hernández, y ahora quiere rematar a Chano Franquis, del que malmete en los pasillos de la Federal. Es el paso previo necesario para batir al actual secretario general, Ángel Víctor Torres. Ser ministro le habría servido para aterrizar en la candidatura a la Presidencia del Gobierno de Canarias con un conocimiento público del que hoy carece, porque siempre ha sido mucho más de repicar que de estar en misa. Por eso renunció a ser portavoz parlamentario o candidato a la secretaría general de Tenerife, alegando motivos de salud que no adujo cuando tocaba ir a la Federal, y que tampoco alegará cuando hagan las listas europeas.



Tres períodos de mandato en Guía de Isora como concejal, y tres años que lleva en la secretaría segunda del Parlamento de Canarias, le convierten en ejemplo de lo que es hoy una carrera en el PSOE. Eso y su especialidad -compartida con tantos-, que es la siembra de especies. Hay que seguirle la pista: es uno de los hombres con más futuro del socialismo canario.

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