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El pin y el “punk”

 

 

Por Usoa Ibarra

 

 

Me vienen de forma recurrente a la cabeza cuando oigo hablar del polémico “pin parental” frases que escuché en debates educativos anteriores: “la escuela enseña y los padres educan” o “las familias deben implicarse en el sistema educativo”. En estos momentos, el debate parece más extremo que cuando se abordaba el absentismo o el fracaso escolar, porque ahora se nos dice que se quiere politizar la educación y atentar contra la democracia. Es curiosa esta aseveración, cuando en tantas ocasiones se han relacionado lo malos resultados educativos de nuestro país con quienes gobernaban y la reforma educativa que impulsaran. La educación nunca es neutra. De igual modo, parece que hemos olvidado el pulso que existió en su momento con la llamada educación en valores. Valores sea dicho de paso que se aprenden en diferentes momentos y realidades, y que van a servirnos para el desenvolvimiento personal o en comunidad. Es decir, hay diversos modos de dotar de sentido a nuestras vidas , así como diversos modelos y estilos de vivir. Esta idea nos lleva a una pregunta: ¿cómo encajamos ambos estadios si son ambos respetables?

 

El equilibrio siempre deberá establecerse en el marco de la Constitución y la democracia, pero en teoría, son los padres, o mejor dicho el entorno socio-familiar, quienes no pueden dejar de acompañar los itinerarios vitales de socialización que se desarrollan en la escuela. Y es que no hay que olvidar que tan importante para el estudiante es el desarrollo de su identidad personal como el de su identidad colectiva, es decir, hay que saber enriquecer al ser social del niño. En otras palabras, en la escuela también se aprende a vivir humanamente bien en sociedad.

 

Por lo tanto, los valores deseables para garantizar una convivencia sin conflictos, se han propuesto, legislado, debatido y aprobado entre todos. Como estamos en un mundo globalizado y en permanente transformación, el hacer educativo no es estanco, con lo que se basa en enfoques teóricos diversos y en necesidades que irrumpen con fuerza (ciberacoso, mobbing, bullying etc).

 

Puede darse la circunstancia como ocurre en la realidad que existen dos visiones contrapuestas de cómo atajar esa realidad cambiante; por un lado, estarían quienes imponen patrones morales únicos, a través de un proceso constructivo dirigido; y por otro lado estarían los que entienden que hay que ir adaptándose a las circunstancias.

 

Conviene recalcar en este punto que los valores son productos culturales que se van construyendo y reconstruyendo, porque cada vez somos más heterogéneos y diversos en nuestros comportamientos, y por eso es importante dejar espacio al crecimiento autónomo para que del conjunto de opciones se pueda elegir. La pregunta esencial que hay que plantearse sería: ¿qué perfil ético de persona y de sociedad queremos?

 

 

En mi opinión, el debate sobre el “pin parental” enfrenta dos visiones de la realidad: los que aprecian y respetan su diversidad y los que no. Al mismo tiempo, digo que el enfrentamiento en los juzgados y la beligerancia del gobierno de todos los españoles no parecen las mejores vías para llegar a posibles acuerdos, porque también es necesario, que se perciba que hay un grupo poblacional representado en unas siglas políticas que piden respeto a sus ideales o a su modelo de vida, porque dicen sentirse vulnerados por una corriente mayoritaria que últimamente parece que le ha cogido el gusto al adoctrinamiento. De ahí, que unos y otros deban pensar más eticamente sobre el mundo diverso en el que nos movemos.

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