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El regreso de Puigdemont

Francisco Pomares

 

  • Lancelot Digital
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    Puigdemont dijo en plena campaña que se retiraría si no ganaba las elecciones. Ahora ha quedado claro que no se refería a ser el más votado, porque ya ha anunciado que se presentará a la investidura. Y que no es teatro, que va en serio.

     

    La política es a veces curiosa: mientras Pere Aragonès hace mutis por el foro, renuncia públicamente a su escaño y anuncia que se retira, Puigdemont asegura que acudirá al Parlament a defender su investidura a la presidencia de la Generalitat. Ni siquiera es del todo seguro que para entonces pueda entrar en territorio nacional sin ser detenido. Puigdemont podrá moverse por España una vez la amnistía entre en vigor y el Tribunal Supremo cumpla con el trámite de levantar la orden nacional de detención que le afecta. Se supone que la amnistía se aprobará en el Congreso el 30 de mayo, si Sánchez no decide retrasarla, quizá para reflexionar unos días sobre su pertinencia. Luego se publicará en el Boletín Oficial del Estado y entraría en vigor, con lo que el Supremo debería levantar las medidas cautelares contra Puigdemont a primeros del próximo mes, permitiendo su acceso al territorio nacional. Pero las cosas pueden complicarse, incluso con la amnistía aprobada: Puigdemont está citado por el caso Tsunami entre el 17 y el 21 de junio, y además, para acabar amnistiándole, el Supremo dispone de hasta dos meses para aplicar la ley.

     

    Es cierto que Puigdemont no es hombre de sutilezas. Parece que estas complejidades le resbalan y ha dejado perfectamente claro cuál va a ser su hoja de ruta: va a asumir el rol de pichichi independentista, exigir el apoyo de Esquerra y de la CUP y amenazar a Moncloa para que fuerce la abstención del PSC y retire de la carrera a la presidencia al candidato vencedor en las urnas, Salvador Illa. Y si Moncloa no lo hace, Sánchez verá su cabeza rodar por los suelos. Por si quedaban dudas, ha recordado con malicia de payés, que Sánchez también quedó segundo, y ahí lo tenemos, tan campante, enamorado y satisfecho.

     

    Puigdemont farolea abiertamente: una hipotética investidura suya sólo saldría adelante con mayoría simple, después de perder la primera votación, y necesitaría de la abstención socialista, algo que ni se plantean los ganadores. Además, Puigdemont obvia cualquier lectura del retroceso independentista en las urnas. El asunto no va con él, ni le preocupa, ni le incumbe. Cree que puede montar un gobierno soberanista y de obediencia catalana, con el apoyo de Esquerra, de los marxistas de la CUP y con la abstención obligada del PSC. ¿Contar con la CUP? A Puigdemont le quedan más cerca los votos de la Aliança, pero son menos: y es la independencia lo que está en juego no el programa de Gobierno. ¿Independencia? Pero si los independentistas no tienen siquiera mayoría. Si yo fuera ministro de Sánchez, diría qué este hombre se ha fumado algo.

     

    Sinceramente, no creo que lo de la independencia lo diga Puigdemont en serio. El entusiasmo se descuenta: si Europa no se creyó la independencia catalana cuando los independentistas eran mayoría, difícilmente lo aceptará ahora que no lo son. En realidad, lo que se está montando Puigdemont es otro nuevo pulso a Sánchez, un hombre que le sacó del ostracismo de Waterloo y le convirtió en socio de referencia. Pero entonces las cosas eran distintas. Sánchez necesitaba los votos independentistas para la investidura o se iba a la calle. Ahora no los necesita. En la etapa que se abre tienen que pasar varias cosas antes de que llegue la investidura catalana. Tienen que pasar la amnistía, y unas elecciones europeas en las que va a ganar el PP, y que se celebran justo un día antes de que el Parlamento catalán se constituya.

     

    Esta vez Sánchez tiene más capacidad de maniobra, y Puigdemont mucha menos, porque si no es presidente de la Generalitat –después de toda su gesticulación- lo que va a quedar de él no es más que la imagen de un payaso derrotado, enfrentado a la opción a unas nuevas elecciones regionales en Cataluña, donde tampoco ganará.

     

    Lo más probable es que Sánchez pastelee a Puigdemont: el PSC ha ganado de forma incontestable, y además no funciona exactamente cómo funciona el PSOE. Ya han surgido voces en el entorno de Illa para dejar claro que los socialistas catalanes no van a ceder su opción a la presidencia, ni siquiera para garantizar el gobierno de Sánchez. Si Puigdemont decide cortar amarras con Sánchez, es muy probable que el Gobierno de Sánchez se vea abocado a convocar elecciones… Sí, pero de aquí a entonces, van a pasar muchas otras cosas. Y es muy poco probable que una de ellas sea que Puigdemont consiga ser presidente. O tripartito, o nuevas votaciones. Porque lo del gobierno sociovergente no se lo traga nadie.

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