Domingo, 14 Diciembre 2025
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD

Por Gloria Artiles

La adolescente solía llegar tarde a clase porque estaba encargada de planchar la ropa del hermano gemelo, que sí llegaba a tiempo. La madre lo había justificado porque la niña no iba a seguir estudiando, con 14 años ya tenía novio y a los 18 se casaría, según habían acordado ambas familias. “Son hijos de inmigrantes, no sabían nada de español, se reían de cómo vestía la chinija, y se han sentido despreciados”, me comentaba la madre de una compañera. “Debemos respetar todas las culturas porque pensamos que la nuestra es la mejor y no es así, todo es relativo. ¿Quiénes somos los occidentales para considerar que tenemos la verdad absoluta? Hay que hacer una política de integración, basada en la tolerancia”.

 

“Pues yo creo que no todo es tolerable”, le contesté, “ni todo es relativo, porque hay cosas que son mejores y otras peores. Es más, yo creo que sí hay verdades absolutas y universales: ¿acaso no lo son la Justicia, la Igualdad o el Amor? Y aunque, en un hipotético alarde de ese relativismo laxo en el que está instalado lo políticamente correcto, los 7.000 millones de seres humanos que poblamos el planeta, nos pusiéramos de acuerdo y llegáramos al consenso de que la esclavitud es mejor que la Libertad, ¿no seguiría siendo la Libertad una verdad superior a la esclavitud? De igual modo, es más atrasado considerar a la mujer inferior al hombre, que considerar que son iguales. Y es más atrasado que la niña se tenga que casar con quien dispongan las familias, que ella pueda elegir libremente si quiere seguir estudiando o simplemente no casarse. ¿Quién puede negar lo contrario? Es evidente que hay valores que son superiores a otros y que no todo es relativo”. No me contestó.

 

Quienes enarbolan la bandera del multiculturalismo como un valor absoluto deberían hacer un ejercicio de discernimiento: no se pueden justificar acciones que no respetan los derechos humanos como valores universales. Es un acto de tolerancia tácita hacia lo intolerable, como si con eso los occidentales realizáramos una especie de ejercicio de descargo por tantas tropelías y abusos igualmente injustificados que sin duda cometieron nuestros antepasados con muchos pueblos colonizados. Pero una cosa es respetar las expresiones y tradiciones de cada pueblo, como manifestación de la riqueza cultural humana, y otra muy distinta es tolerar aquellos valores que en ocasiones se esconden tras ciertas costumbres y que revelan una mentalidad medieval que no respeta los derechos humanos que nos dignifican y nos igualan como personas. Es preciso discernir: el relativismo es un buen antídoto frente al dogmatismo y al fundamentalismo, pero no lo es frente a los valores universales. Y para eso es imprescindible salir de tanto papanatismo, de tanta pose y de tanto pensamiento políticamente correcto.


PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
×