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El sainete popular

Francisco Pomares

 

Crisis total en el PP: tras conocerse el espionaje al hermano de la presidenta de Madrid, esta asegura que Génova ha intentado fabricar presuntas corrupciones, mientras es expedientada entre acusaciones de corrupción y se abre la posibilidad de que sea expulsada. Un sainete… porque el problema no es (ahora mismo) quien dice la verdad: el problema es que nos hemos quedado todos con la impresión de que la dirección nacional del PP está formada por un grupo de golfos y/o chiflados. Golfos por usar la mordida presunta del hermano de Ayuso para presionar a su hermana y dejarla fuera de la carrera por la presidencia madrileña del Partido, en vez de denunciarlo a él. Chiflados (y es el término más suave que se me ocurre), por abrir las puertas a una operación de acoso y derribo contra su mejor activo político en estos momentos, sin siquiera tener una mísera prueba.

 

Vaya forma de ponérselo fácil a Vox. Esta historia le puede haber regalado a la ultraderecha dos millones más de votos. Lo peor es que -se pongan las cosas como se pongan-, todo el relato apesta. Y apesta más lo que parece urdido por Génova (detectives, reuniones de advertencia, amenazas mafiosas), que los jirones de información no verificada sobre la morterada corrupta de un señor –el hermanísimo-  que lleva treinta años trabajando –ya es casualidad- en operaciones de intermediación de productos sanitarios.

 

Como no se dispone de momento de información fidedigna sobre la acusación de corrupción, lo que hay que preguntarse es porque la dirección ha asumido tan alegremente las consecuencias para el Partido Popular de este suicidio colectivo. Un suicidio orquestado por las mentes privilegiadas de Casado y su victorioso escupidor de huesos de aceitunas, el panocho García Egea, cuya principal ganancia consistía en dejar a la presidenta fuera de la carrera en el partido. Vaya panda de mequetrefes… Lo que ha hecho la dirección del PP es desatar un tsunami incontrolable y destructivo que probablemente arrase el campo electoral de la derecha tradicional para que vengan los verdes de Abascal a sembrarlo. Ni aposta podía haberles salido peor esta miseria: a un año y medio de las elecciones, rompen el partido más o menos por la mitad y dejan que sea el superviviente Sánchez quien decida si adelanta los comicios y aprovecha este monumental destrozo para sacar del río revuelto su beneficio de besugos del PP en espetón.

 

Supongo que los votantes del PP deben sentirse aturdidos por  como los dos señoritos de Génova han gestionado su propia operación de demolición. Al bando de los genoveses habrá que pedirle explicaciones de por qué decidieron investigar al hermano de la presidenta madrileña, por qué se pagó con dinero municipal esa investigación, por qué se presionó con los resultados a Ayuso para que no optara a presidir el PP de Madrid, y por qué se recurrió a los medios del enemigo para dar cumplida respuesta a la negativa de Ayuso a ceder a las presiones. Para Ayuso es más fácil todo: sólo tiene que evitar que se pruebe que su hermano está enfangado en otro más de los casos de corrupción que han agusanado históricamente al partido. Por su proceder de los últimos días, destapando el comportamiento mafioso de sus jefecillos, parece que Ayuso sabe hasta donde da de sí esta historia. Si sale de esta sin ser enmierdada por la corrupción, la jornada será suya, y la derrota de Génova. Al final, tanto da: con la desaparición del centro, y la negativa de los dos grandes partidos tradicionales a situarse en ese espacio, ni un solo voto de la derecha cambiará hacia la izquierda (y viceversa). Lo que puede ocurrir es que el voto del PP se comprima y el de Vox se expanda. Justo lo que le conviene a este país: más corrupción, más división, más radicalismo, más gente cabreada queriendo mandar.

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