Viernes, 05 Diciembre 2025
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Por Francisco Pomares

Ángel Víctor Torres defendió el jueves en el Congreso la presunción de inocencia de Santos Cerdán, exsecretario de Organización del PSOE, precisamente el mismo día en que acababa de salir de prisión provisional con medidas cautelares. Torres se aferró al principio constitucional y presentó al PSOE como un partido impecable, dispuesto a colaborar con la Justicia y respetuoso con el proceso. Muy ortodoxo e institucional.

Y muy conveniente: si hay un momento en el que la defensa de la presunción de inocencia de Cerdán resulta reveladora es precisamente ahora, cuando la acumulación de indicios, documentos, testimonios y conexiones sobre su participación en una trama de corrupción vinculada a contratos públicos ya no es una hipótesis sino todo un paisaje. Y no un paisaje disperso, sino una carretera bien asfaltada que parece conducir a la sede del PSOE en Ferraz. Torres lo sabe. Sánchez lo sabe. El partido lo sabe. Y, por supuesto, Cerdán también lo sabe. Por eso la defensa pública que hace el ministro no parece una simple apelación a las obvias garantías procesales de Cerdán. Más parece un movimiento político para reforzar un mensaje clave: que el PSOE no abandonará a Cerdán mientras Cerdán no abandone al PSOE.

La presunción de inocencia es un principio irrenunciable, una conquista de nuestro ordenamiento procesal. Pero no deberíamos confundir los términos: Torres no defiende un derecho que nadie le discute a Cerdán, más bien parece gestionar un riesgo: el de que Santos Cerdán deje de guardar silencio.

Porque… ¿qué ocurre si el hombre que durante años ocupó el segundo puesto más poderoso del PSOE, decide contar lo que sabe? ¿Qué pasa si el responsable de la maquinaria territorial del partido confirma lo que ya insinúan testigos, informes policiales y antiguas declaraciones internas? ¿Qué sucede si Cerdán -como ya ha hecho Víctor de Aldama, pieza clave de la trama- empieza a tirar de la manta que oculta las conexiones entre contratos, adjudicaciones, comisiones, empresas pantalla y favores políticos?

Lo que está en juego no es la inocencia o culpabilidad de Cerdán. A estas alturas, nadie duda de que él, Koldo, y Abalos crearon un tinglado extractivo. Lo que de verdad está en juego con Cerdán hoy es su silencio y su lealtad.

La figura del arrepentido tiene una larga tradición judicial. Aterra a gobiernos, partidos y dirigentes acostumbrados a operar bajo la lógica del “todos para uno y uno para todos”, pero solo mientras las cosas vayan bien. El problema aparece cuando alguien se siente abandonado y cambia de estrategia. La pregunta, en el caso de Santos Cerdán, es obvia: ¿Qué pasa si decide sumarse al coro de Aldama y “canta La Traviata”? Cerdán no es un figurante menor en esta trama, no es un militante de base, ni un asesor de paso. Fue el hombre de Sánchez en la campaña de primarias que devolvió a Sánchez a la secretaria general. Fue quien le presentó a Koldo, quien lo incorporó a la tropa del Peugeot como chófer y guardaespaldas. Quien lo empotró como palanganero y representante del ministro Avalos. Y fue secretario de Organización del PSOE, responsable del partido, su financiación, sus sistemas de control orgánico, sus Leires, su implantación territorial… El tipo que todo lo sabía y ante quien todos respondían. A alguien así no se le deja caer sin negociar su silencio, porque las consecuencias de que hable podrían ser devastadoras.

La posición de Ángel Víctor Torres como defensor de la presunción de inocencia de Cerdán es especialmente incómoda. Le obliga a presentarse como defensor de la ejemplaridad socialista, cuando hace meses que viene ejerciendo de víctima inocente del ‘caso Koldo’, otra presunción de inocencia que naufraga entre medias verdades y mentiras de libro. Su historial reciente como ministro en la picota, sus negados encuentros y desencuentros con personajes claves de la trama, su primorosa colección de guasaps comprometedores, sus errores en las comisiones de Investigación del Senado y el Parlamento de Canarias, hacen que su discurso declarando a Cerdán ‘presunto’ suene forzado, casi coreografiado, como si recitara el guion que le toca.

Torres sabe que el PSOE está en una situación límite: un Fiscal General condenado, un ministro investigado, un secretario de Organización recién salido de la cárcel, la mujer y el hermano de Sánchez tocados, un círculo de empresarios declarando ante la UCO, contratos públicos saqueados, informes que apuntan a la cúpula del partido y un desgaste moral que crece a cada día de silencio. Si en ese contexto Cerdán cantara, a Sánchez se le se iba a complicar todo. Y no solo a Sánchez, a Torres también.


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